Capítulo 8: Entrevista.
ANAHÍ
El lunes pasó sin novedades… Y el martes… Y el miércoles por la mañana también. Fui a clases, pasé a limpio apuntes y estudié. Me encontré con Thomas en las clases y varias veces por el instituto, pero ni siquiera nos miramos. La cosa estaba bastante tranquila y esperaba que siguiera así por el bien de ambos. Bueno, por donde iba, el miércoles por la tarde iba rumbo a la biblioteca para buscar un libro de Literatura cuando, al girar la esquina, me choqué de golpe con alguien, cosa que provocó que se me cayeran los libros.
-¡Eh!- Me quejé mientras me agachaba sin mirar quién era el responsable.
-Lo siento- Se disculpó una voz masculina que, por alguna extraña razón, me resultaba familiar- No miraba por dónde iba- El chico se agachó para ayudarme a recoger los libros y entonces le vi la cara.
-Tú…
El chico era el mismo que había visto el sábado por la noche hablando con Thomas y Jeremy, el mismo que me había dicho adiós con la mano. Los ojos color miel del chico brillaron divertidos cuando me reconoció.
-La chica amordazada- Se echó a reír- Qué pequeño es el mundo, ¿eh?- Sonrió de oreja a oreja y yo le quité los libros que tenía en la mano mientras me ponía de pie y él me imitó.
-¿Qué haces aquí?
-He venido a ver a Thomas, ¿sabes dónde está?
-Supongo que estará ligándose a una pobre tonta o secuestrándola- Me encogí de hombros- Es lo que mejor se le da.
El chico se quedó mirándome un momento. Estaba a punto de preguntarle si quería una foto cuando se echó a reír.
-¿Y a ti qué te pasa?
-Nada, sólo que me pareces graciosa- Sonrió- Todavía no sé tu nombre.
-Normal, no te lo he dicho- Contesté con una amplia sonrisa.
-¿Me lo vas a decir?
-Depende, ¿qué gano yo?- Me apoyé contra la pared y el chico hizo lo mismo.
-Bueno, ¿qué te parece una invitación al cine este sábado?
Me quedé mirándolo y sonreí como una tonta. La verdad es que el chico era muy guapo, ojos color miel, pestañas largas, pelo negro y ondulado que le caía por la frente… Sí, estaba muy bueno. ¿La parte mala? Que era amigo de Thomas.
-Te lo pondré más fácil- Siguió hablando él mientras extendía la mano- Me llamo Robbie.
-Anahí- Contesté estrechándole la mano.
-Entonces, ¿aceptas mi invitación?
Me encogí de hombros y sonreí.
-Claro, ¿por qué no?
-Genial- Robbie sonrió de oreja a oreja- Dame tu móvil.
Dudé un momento pero finalmente se lo di y observé cómo él guardaba su número en mi móvil.
-Listo- Me dio mi móvil y luego sacó el suyo del bolsillo de los pantalones- Te toca.
Sonreí y apunté mi número.
-Aquí tienes.
-Perfecto- Robbie me miró durante un momento- Bueno, tengo que ir a hablar con Thomas, prometo llamarte.
-Vale…
Robbie se marchó y yo me quedé mirándolo con cara de tonta. ¡Qué buen culo tenía!
-¿Quién era ese?
Me giré y me encontré con Audrey.
-Robbie- Dije sonriendo.
Audrey se echó a reír entendiendo que pasaba algo entre ambos.
-Tengo una buena noticia.
-¿De verdad?- ¿Más buenas noticias?
-Te he conseguido una entrevista de trabajo- Audrey aplaudió feliz.
-¿En serio? ¡Audrey! ¡Eso es maravilloso!- La abracé llena de felicidad.
-Tienes que ir el viernes por la tarde para que te entrevisten.
-Claro, pero ¿de qué es el trabajo?
-Ya…Bueno…Esa es la parte mala…
-¿Qué pasa?- Oh, oh…Empezaban los problemas.
-Trabajarías para una familia bastante rica, ya sabes- Movió las manos mientras hablaba- Una gran mansión, con sirvientes…
-Y…
-Serías una de las sirvientas- Soltó poniendo cara de dolor.
-¿Qué?- ¿Yo? ¿Trabajando para una familia pija?- Tienes que estar de coña, Audrey.
-Es lo mejor que te han podido conseguir mis padres- Intentó convencerme- A nadie le interesa contratar a una chica que está estudiando sólo para que trabaje los fines de semana.
-¿Y por qué a esa familia le interesa?
-Porque los dueños de la casa son amigos de mis padres y les han hecho el favor…
Suspiré. ¿Cómo podía rechazar un trabajo que me habían buscado expresamente a mí? No era tan mala persona para hacerlo.
-Gracias…- Fue todo lo que fui capaz de decir.
-Toma- Audrey me dio una nota donde había apuntada una dirección- Este es el lugar.
-Vale.
-Nos vemos luego- Audrey sonrió y luego se marchó.
Pasé el jueves y la mañana del viernes pensando en Robbie y en la cita que teníamos el sábado. El chico estaba para mojarlo con pan y después de su llamada del jueves concretando el lugar y la hora a la que quedaríamos aún estaba más emocionada. Justo estaba quitándome el uniforme cuando mi móvil comenzó a sonar. Ni siquiera me preocupé en ponerme una camiseta para vestirme, sino que contesté inmediatamente esperando que fuera Robbie.
-¿Diga?- Demasiada emoción en la voz, diría yo.
-Hola, cielo- Contestó la voz de mi madre al otro lado del teléfono.
-Oh…Hola, mamá.
-¿Te pasa algo?
-No- Mentí e intenté disimular mi decepción.
-¿Qué tal va todo?
-Desde que hablé contigo la última vez, que fue exactamente hace dos días, va bien- Suspiré.
-Me alegro, oye y ¿sabes si…?
No escuché el resto de la frase, porque en ese momento la puerta de la habitación se abrió y la persona que vi hizo que soltara el móvil, que cayó en la cama, y cogiera lo primero que vi (que resultó ser un cojín con forma de corazón) e intentara taparme el sujetador.
-¡¿Qué cojones haces tú aquí?!
Thomas me miró sorprendido mientras que yo cogía el móvil.
-¿Anahí? ¿Qué ha pasado?
-Nada, mamá- Intenté quitarle importancia al asunto- Una araña…
-¿Seguro?
-Sí, sí- Miré a Thomas por el rabillo del ojo, que había empezado a rebuscar en mi mesita de noche- Ahora no puedo hablar, tengo que matar a la araña…- Colgué- ¡¿Qué narices haces?!- Me coloqué delante de él protegiéndome con el cojín.
-¡Tú me has robado!- Me acusó con el dedo.
Se me desencajó la mandíbula, ¿qué le había robado? ¿Ese niño qué fumaba?
-Ah, ya te has dado cuenta de que te falta el cerebro, ¿no?- Contesté- Lamento decirte que nadie te lo ha robado, el día que repartieron cerebros se les olvidó darte uno a ti, y ahora- Señalé la puerta- Largo.
-De eso nada- Se cruzó de brazos y me miró desafiante- Dame los doscientos dólares que me has quitado.
-¡¿Que qué?! ¡Ahora sí que te has fumado algo raro!
-¡Sé que has sido tú!
-¡Óyeme bien!- Empecé a golpearlo con el cojín mientras decía la siguiente frase:- ¡Yo no tengo tu asqueroso dinero!
Thomas se quedó mirándome y entonces me acordé de que estaba en sujetador. Sentí cómo me ruborizaba y volví a taparme con el cojín.
-¡Y márchate ya! ¡¿No ves que estoy en sujetador?! ¡¿O quieres que vuelva a gritar que te estás pasando conmigo?!
-¡Vale! ¡Así podré denunciar que me has robado dinero!
-¡Que no te he robado una mierda, niño de papá!- Nos quedamos mirando desafiantes- Quita…- Pasé por su lado y me dirigí al armario, de donde cogí la primera camiseta que vi y me la puse corriendo.
-Nadie más puede haberme robado.
-¿Por qué no? ¿Es que crees que soy la única que te odia?
-Entonces, ¿por qué te molesta que compruebe que aquí no hay nada?
-¡Porque no tienes ningún derecho de entrar en MI habitación y acusarme de algo que no he hecho!
-¡Any!- Alice entró en la habitación y, al vernos a ambos, se quedó en shock durante un momento- El…El taxi te espera…
Le dediqué una última mirada fulminante a Thomas antes de coger mi bolso y pasar por su lado golpeando su hombro con el mío al salir.
El taxi me dejó en la dirección que había escrito Audrey. Pero aquello no podía ser una casa, es decir, aquello era inmenso. Una gran verja separaba lo que parecía ser un bosque encantado del exterior. Me bajé del coche y me acerqué a la verja sin saber bien qué hacer, entonces vi un portero en el lado derecho, toqué y a los dos segundos respondió una voz masculina.
-¿Quién es?
-Eh… Mi nombre es Anahí Pierce, vengo por una entrevista de trabajo.
Se hicieron unos cuantos segundos de silencio antes de que el hombre me respondiera.
-Pase.
Sonó una especie de “piiii” y a los pocos segundos la verja se abrió instantáneamente. Comencé a andar mientras miraba embobada a mi alrededor. Iba caminando por un caminito hecho de piedra que estaba rodeado por árboles, flores, setos y césped. ¿Cómo era posible que alguien viviera allí? Al final del camino había una gran fuente y, justo detrás, se hallaba la mansión más grande que había visto en mi vida (vale, seamos sinceros, nunca había visto una mansión). Grandes ventanas con cortinas descorridas se apreciaban a lo largo de la pared, debía tener unos tres pisos y la entrada principal era enorme. Unos diez escalones separaban la entrada de la puerta, los subí y respiré hondo antes de llamar al timbre. Al cabo de un momento, una mujer de unos treinta años enfundada en un uniforme de sirvienta me abrió. La mujer me dedicó una sonrisa y yo se la devolví.
-Pase, señorita- Me dijo con voz cantarina- La señora la está esperando.