Capítulo 7: Necesito un trabajo.
ANAHÍ
Había perdido ya la cuenta del número de canciones que había cantado en mi mente para tranquilizarme y no darme de cabezazos contra el cristal de la ventanilla del coche. Miré el reloj por centésima vez: las tres. Ya hacía dos horas que esos desgraciados habían entrado en la discoteca, ¿cuánto más tardarían? Una buena idea sería quedarme dormida, así se haría la espera más amena, ¿no? ¡¿Pero qué cojones estaba pensando?! ¿Y si pedía auxilio? Vi a un chico de espaldas a mí que estaba hablando con otros dos que no lograba ver con claridad. No parecía estar en mal estado, así que decidí aporrear el cristal de la ventana con los puños. Al principio el chico pareció no darse cuenta, pero al cabo de unos segundos se giró y, cuando me vio, abrió los ojos de par en par. El chico intentó abrir la puerta del coche sin éxito, y luego se quedó mirándome sin saber qué hacer y, justo en ese momento, vislumbré una maraña de pelo castaña y otra melena rubia abrirse paso entre la multitud hasta que llegaron al coche. El chico se giró cuando notó la presencia de Thomas y Jeremy, y, para mi sorpresa, los tres se saludaron efusivamente como si se conocieran de toda la vida. Me moría por saber de lo que hablaban, pero entonces, los tres se giraron y se quedaron mirándome antes de que Thomas abriera la puerta del coche.
-¿Te lo has pasado bien?- No parecía demasiado borracho, supuse que o bien soportaba bien el alcohol o bien había bebido poco.
Murmuré que era un gilipollas y que algún día le borraría esa sonrisa de un puñetazo, pero sólo salieron una serie de gemidos inteligibles.
-¿Qué dices? Oh, perdona, no puedo entenderte- Thomas se encogió de hombros y se volvió para seguir hablando con Jeremy y el otro chico, pero esta vez dejó la puerta abierta y pude oír la conversación.
-Tíos, os habéis pasado- Comentó el chico con una sonrisa- La pobre muchacha lleva ahí horas- El chico me miró y me dedicó una sonrisa cálida- Llevadla ya de vuelta al instituto, pobrecita.
¿Pobrecita? Que me soltaran y veríamos lo pobrecita que era. Pensaba romperle la cara a Thomas y luego al idiota de Jeremy.
-Sí, tenemos que llegar al instituto antes de que se despierte alguien- Fue Jeremy el que habló y comprobé que él tampoco parecía estar borracho.
-Espero veros pronto, tíos- Se despidió el muchacho mientras estrechaba la mano con los dos subnormales que me habían secuestrado.
Mientras Thomas y Jeremy se subían al coche, el chico me dijo adiós con la mano, ¿es que era tonto?
-Bueno, loquita- Thomas se giró para mirarme y sonrió- Ya vamos de vuelta al palacio, tampoco ha sido para tanto, ¿a qué no?
<<Cuando me quites esto de la boca hablaremos, rey>>
Llegamos al instituto en quince minutos. Jeremy no se bajó, así que fue Thomas el encargado de lidiar con una Anahí muy pero muy cabreada cuando la sacó del coche. En cuanto puse un pie en la acera le propiné una patada en toda la espinilla, cosa que hizo que Thomas se echara contra el capó del coche aguantando un grito de dolor. Thomas me dirigió una mirada cargada de odio y luego me cogió del brazo.
-Vamos…
Empezó a andar hacia el instituto y yo lo seguí en silencio, estaba deseando que me liberara porque lo iba a hacer papilla. Thomas me dirigió hacia la ventana que daba a su habitación y me indicó con la cabeza que subiera, yo le enseñé las manos esposadas y Thomas puso los ojos en blanco antes de agarrarme por la cintura e impulsarme hacia el alfeizar de la ventana. Me agarré como pude y me arrastré hasta el interior de la habitación, cayendo boca abajo. A los pocos segundos, Thomas estaba a mi lado ayudándome a ponerme de pie de un tirón.
-Vale, voy a quitarte el pañuelo y las esposas, como grites vamos a tener problemas los dos, ¿me has entendido?- Me hablaba como si fuera una niña chica a la que hay que explicárselo todo detalladamente.
Yo asentí para no demorar más el momento, así que Thomas, con mucho cuidado, me quitó el pañuelo de la boca y yo la abrí y la cerré varias veces mientras me quitaba las esposas. Una vez estuve libre me masajeé las muñecas.
-Vale, no ha sido…
No lo dejé acabar la frase, porque me lancé contra él tirándolo al suelo y comencé a golpearlo con todas mis fuerzas. Thomas intentó agarrarme las muñecas pero no lo dejé, seguí golpeándole en el estómago, en el pecho.
-Oye, para ya- Thomas no quería gritar para que nadie nos escuchara.
-¿Qué pare? ¡¿Tú eres gilipollas?!- A mí me daba igual gritar y me daba igual si alguien venía a ver qué pasaba, mejor- ¡Me has secuestrado! ¡¿Me oyes bien?! ¡Degenerado!
-¡Au!- Se quejó cuando le di un puñetazo con más fuerza en el estómago.
-¡Imbécil!- Lo golpeé en el pecho.
-¡Au! ¡Ya vale!- Thomas rodó sobre sí mismo haciendo que quedara yo debajo de él, pero eso no me impidió seguir golpeándolo- ¡Ya!- Me cogió ambas muñecas y me las aprisionó a ambos lados de la cara- ¡Para!
-Estás enfermo- Prácticamente le escupí- Lo tuyo es crónico, ¿de verdad vas por la vida secuestrando a personas en mitad de la noche?
-Era la única manera de salir sin que tú me delataras- Explicó- Además, tú fuiste la que te pusiste en mi camino.
-Ahora es culpa mía, claro…- Lo miré durante un segundo y entonces fui consciente de la posición tan extraña en la que nos encontrábamos- ¡Y quítate de encima!
Thomas también pareció darse cuenta y me soltó inmediatamente las muñecas antes de incorporarse. Me levanté y me estiré la camiseta, luego me dirigí a la puerta, pero me paré al lado de la cama de Thomas, cogí un cojín y se lo lancé a la cara antes de marcharme.
El domingo lo pasé encerrada en mi habitación durmiendo. Dormí durante… No sé, ¿doce horas? Cuando me levanté tenía la boca pastosa y la voz ronca. Me asomé a la ventana y vi que los alumnos que habían pasado fuera el fin de semana ya estaban llegando y, justo en ese momento, se abrió la puerta de mi habitación y la cabecita castaña de Audrey hizo su aparición.
-Hola- Me saludó- ¿Qué haces en pijama?
Me encogí de hombros.
-Estaba cansada, ¿qué tal tu fin de semana?
-Bastante bien- Me contestó sonriendo.
-No te despediste el viernes.
-Oh…Ya…- Audrey dejó el bolso encima de su cama- Tuve que salir deprisa.
Me encogí de hombros.
-¿Alice ha llegado ya?
-No sé, no la he visto, pero te aconsejo que te vayas vistiendo si quieres que vayamos a cenar.
-¿A cenar?- ¿Había dormido más de lo que pensaba?
-Claro…
Me dirigí a mi mesita de noche y miré el reloj: las ocho de la tarde, cuando me acosté eran las cuatro de la madrugada. ¡Dieciséis horas! ¡¿Cómo narices podía haber dormido tanto?!
-¿Estás bien?- Me preguntó Audrey.
-Sí, voy a cambiarme- Abrí el armario y cogí algo de ropa antes de meterme en el servicio.
Cuando me miré en el espejo casi grité, estaba horrible: a pesar de haber dormido tantísimas horas, tenía dos grandes ojeras pronunciadas y estaba pálida. Me lavé la cara y me maquillé, luego me hice una coleta alta y me puse los pantalones blancos rotos, la nadadora negra y un pañuelo de lentejuelas naranja que había cogido del armario. Cuando salí, Audrey ya se había cambiado otra vez de ropa, acababa de ponerse un vestido de manga corta color turquesa y se estaba echando gloss.
-¿Has copiado ya los apuntes de Filosofía que te dejé?- Me preguntó Audrey mientras yo me sentaba en la cama para ponerme las botas.
-Oh, mierda…- No me había acordado- Te prometo que los pasaré después de cenar.
-No te preocupes- Negó con la cabeza- No los necesito hasta el miércoles.
Llegamos a la cafetería y Alice no había llegado aún, así que decidimos empezar a cenar las dos solas. No tenía mucha hambre, la verdad, pero me obligué a mí misma a comer un poco del pollo con salsa que había en mi plato.
-¡Hola, chicas!
Audrey y yo alzamos la cabeza y nos encontramos con Shannon, una de nuestras vecinas de habitación, la cual traía unos folletos en la mano.
-Hola, Shannon- Saludó Audrey.
-Tomad- Nos dio un folleto a cada una.
-¿Qué es esto?- Pregunté mientras lo miraba: “Viaje Navideño”.
-Va a empezar la recaudación para el viaje de Navidad- Nos explicó- Veréis, todos los años organizamos un viaje para celebrar las vacaciones de Navidad de un fin de semana y otro en primavera- Sonrió mostrando esos perfectos dientes blancos que hacían contraste con su bronceada piel.
-¿Cuándo hay que pagar?- Preguntó Audrey.
-Entre esta semana y la que viene, tenemos que pagar por adelantado- Shannon miró hacia una de las mesas y sonrió al ver a alguien- Nos vemos, chicas- Y se marchó.
-Tiene pinta de ser interesante- Comentó Audrey.
-No creo que vaya- Dije sinceramente.
-¿Qué? ¿Por qué?
<<Porque sólo me quedan veinte dólares>>
-Porque no me va eso de los viajes de clase- Mentí.
-Mentira.
La persona que había hablado no era Audrey, sino Alice, que se acababa de acercar a nosotras con paso firme.
-¿Disculpa?- La miré sin saber qué quería decir.
-¿Por qué no me has dicho que no te queda dinero?
Sentí que se me atragantaba el pollo.
-¿Cómo sabes eso?- Fue todo lo que fui capaz de preguntar.
Alice se removió inquieta y luego se sentó en la silla que quedaba vacía.
-Quería darte una sorpresa- Dijo mientras buscaba algo en el bolsillo de su rebeca- Iba a meterte esto en tu monedero para que lo vieras y te llevaras la sorpresa- Dejó encima de la mesa una postal de una ardilla que decía “Siempre te querré, amiga”- Pero la sorpresa me la he llevado yo…
-¿Has hurgado en mis cosas, Alice?
-No pretendía hurgar- Se defendió- Sólo quería darte una sorpresa, ¿por qué no me lo habías dicho?
-¿Para qué, Alice?
-¿Por eso no quieres ir al viaje?- Intervino Audrey.
-Mis padres no pueden pasarme más dinero este semestre- Miré a Alice antes de que pudiera hablar- Y no pienso dejar que tú me prestes dinero.
-¿Por qué no te buscas un trabajo?- Propuso Audrey.
Alice la miró confundida.
-¿Cómo? Estoy encerrada aquí toda la semana- Expliqué.
-Hay trabajos de fines de semana- Audrey se encogió de hombros- Menos es nada, ¿no?
Alice y yo nos miramos y ésta se encogió de hombros también.
-Mira- Siguió hablando Audrey- Mis padres conocen a mucha gente, puedo preguntarles si conocen de algún trabajo que encaje contigo.
-¿Harías eso?- Pregunté.
-Claro- Audrey sonrió- No me cuesta nada, todo sea porque vengas de viaje con nosotras.
Alice y Audrey sonrieron ampliamente.