Capítulo 11: La cita.
THOMAS
Entré en mi habitación y me quedé dándole vueltas a lo que había pasado con la loca de Anahí. Nunca la había visto tan enfadada, ni siquiera cuando tuvimos el accidente y le dije que tendría que pagar los dos coches… Ni siquiera cuando me la llevé en el coche de Jeremy la otra noche… Vale, sí, se había cabreado mucho, pero la mirada que había tenido antes en el salón era completamente diferente. Pero ¿por qué se enfadaba? Yo no era el que estaba trabajando para ella y la había insultado a sus espaldas, ni tampoco era el que le había robado doscientos dólares, porque vale, acepto que no tenía constancia de que había sido ella, pero ¿quién otra persona podría haber sido? De todas maneras, mi madre volvería de madrugada (como siempre hacía cada vez que se iba a una reunión) y sabía que el sábado y el domingo tenía que viajar a San Francisco para dar unas conferencias, así que tenía dos días para intentar explicar lo que había sucedido con Anahí. Aunque bien pensado podría decir la verdad de lo sucedido, pero entonces seguro que mi madre se lo diría a mi padre y él intentaría hacerle pagar de alguna manera… Y sus venganzas no eran como las mías, ¡claro que no! Era fiscal, podría hacerle confesar un asesinato a un niño de tres años. Además, tampoco quería que pensara que me dejaba manipular por una niñatilla de tres al cuarto.
Decidí bajar a cenar los camarones que había cocinado Lizz (aunque ya estaban fríos, pero estaban buenos) y en ese momento sonó mi teléfono.
-¿Diga?- Contesté sin mirar quién era.
-¿Qué pasa, león?- Reconocí la voz de Robbie al otro lado de la línea.
-Eh, Robbie, ¿qué tal?
-Bien, te estuve buscando el miércoles por el instituto pero no te encontré- Me explicó y yo comí un poco de ensalada mientras él hablaba.
-Entonces te desplazaste para nada.
-No, no, no- Noté que Robbie reía al otro lado del teléfono- Gracias a ese pequeño paseo mañana tengo una cita.
-¿Una cita?- Bebí un poco del vaso de agua- ¿Con quién?
-Con la chica de la mordaza, Anahí.
Escupí todo el agua de la boca y comencé a toser como un loco.
-Tom, Tom, ¿estás bien?
-Sí, sí- Dije recuperándome del impacto- ¿Has dicho que tienes una cita con Anahí?
-Sí, no sé, pienso llevarla al cine, ¿tú qué piensas?
Di unos golpecitos con los dedos sobre la mesa mientras pensaba.
-¿La verdad?
-Síp.
-La verdad es que no creo que ella sea una chica para ti, tío- Contesté sinceramente.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso?
-Porque no la conoces y yo sí- Seguí comiendo- Está loca, tío, te lo digo en serio, loca de atar.
-Bueno, a mí me ponen bastante las locas- Rió.
Puse los ojos en blanco.
-Créeme, esta es capaz de lanzarse a tu cuello y desgarrártelo sin que te dé tiempo a reaccionar.
-Qué exagerado eres cuando quieres, Tom- Volvió a echarse a reír.
-Bueno, si quieres salir con ella, hazlo- Me encogí de hombros aunque sabía que no podía verme- Pero luego no quiero quejas porque te diré: “Te lo advertí”.
-Tranquilo, no creo que te lo diga- Suspiró- Bueno, te dejo, nos vemos pronto.
-Sí- Colgué y dejé el teléfono encima de la mesa- Con Anahí…- Solté una carcajada y terminé de comer.
ANAHÍ
El sábado por la mañana me desperté en mi habitación del instituto y los recuerdos del día anterior me asaltaron como una ola en mitad de una tempestad. Una parte de mí pensaba que había hecho el ridículo de alguna manera, pero la otra (que era mucho mayor) estaba orgullosa de haber salido de esa casa y se alegraba enormemente.
Me dirigí al servicio y me di una ducha para despejarme, luego me puse unos pantalones blancos rasgados, unas botas negras, una camiseta rosa ancha y me coloqué un cinturón negro en la cintura para marcarla. En el California Hills había que estar arreglada aunque sólo hubiéramos diez personas en total en el edificio.
Cuando cogí mi bolso dispuesta a llamar a mi madre (a pesar de haber hablado con ella la noche anterior), vi que tenía una llamada entrante: Robbie. Entonces me acordé de que tenía una cita con él.
-Mierda…- Murmuré- Hola, Robbie- Contesté alegremente.
-Tenemos una cita hoy, ¿recuerdas?
-Sí, sí, cómo olvidarlo- <<Mentirosa>>
-Había pensado que podíamos ir al cine, ¿qué te parece?
-Oh, perfecto- En realidad si me hubiera propuesto que fuéramos de escalada también me habría parecido bien con tal de estar con ese bombón.
-¡Genial!- Exclamó- ¿Paso por ti a eso de las ocho?
-Vale- Contesté.
-Pues nos vemos luego, nena- Y tras decir esto, colgó.
-¿Me ha llamado “nena”?- Siempre había odiado eso de “nena”, ¿por qué no decir “bebé” o algo más romántico como “princesa”? Nena sonaba tan…Vulgar. Aunque proviniendo de Robbie, como si me quería decir “muñeca”.
Pasé el resto del día tirada en mi habitación pasando apuntes a limpio y cuando me quise dar cuenta, ya eran las ocho de la tarde. Me asomé a la puerta del instituto y en cuestión de minutos vi aparecer un deslumbrante descapotable amarillo. Robbie me sonrió desde el asiento del conductor y yo le devolví la sonrisa.
-Sube.
Me monté en el coche y por un momento pensé en hacerme una foto para guardarla para la posteridad, ¿cuántas veces te montas en un descapotable con un chico que está como un tren? Pero pensé que no sería lo más adecuado.
-¿Qué película vamos a ver?- Pregunté cuando Robbie puso el coche en marcha.
-Tú eliges, nena- Me sentí incómoda ante lo de “nena” una vez más, pero lo miré una vez a esos preciosos ojos color miel y se me pasó todo.
Se hizo un momento de silencio en el que ninguno hablaba, y la verdad es que fue un poco incómodo. Robbie también debió notarlo, porque conectó el iPod y la voz de un grupo de heavy metal que no identifiqué comenzó a sonar a todo volumen.
-¿Te gusta?- Me preguntó alzando la voz para que lo escuchara.
-Está bien- Mentí- De hecho me encanta el heavy metal- Dos mentiras.
-“Living in hell” es la leche- Comentó.
-Sí, es genial- Fingí una sonrisa y Robbie sonrió ampliamente.
Esa fue la última vez que hablamos hasta que llegamos al cine y mientras tanto, esas estridentes voces siguieron inundando mis oídos.
A pesar de que Robbie me había dicho que yo eligiera la película, cuando vio que quería entrar a una de acción insistió en que entráramos a una romántica, pero al final salí ganando yo. No era que no me gustaran las películas románticas, pero las pocas veces que había ido al cine a ver una romántica me había quedado dormida, y ese día no quería quedarme dormida por nada del mundo.
La película no fue para tanto y las palomitas que compramos estaban frías, y para colmo de males, Robbie no hizo ni una vez un intento de cogerme la mano. ¿Para qué narices había estado aguantando media hora de heavy metal a todo volumen?
-Me ha gustado mucho la película- Me dijo Robbie cuando salimos de la sala.
-Sí, de mis favoritas- Llevaba más mentiras dichas ese día que en toda mi vida.
-¿Sabes lo que también me gusta mucho?- Robbie me cogió por los hombros con suavidad y me miró a los ojos.
-¿Qué?- No pude evitar una sonrisita tonta.
-Tus labios.
Robbie se lanzó y me besó. Me pilló un poco por sorpresa, más que nada porque toda la gente que estaba saliendo del cine nos estaba mirando, pero bueno, no todos los días se besa a un pivonazo como él. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y Robbie pasó sus manos a mi cintura para pegarme más a él. La verdad es que besaba muy bien y aunque la verdad era que no me veía como pareja formal de Robbie, pensaba disfrutar de esos maravillosos besos tanto como pudiera. ¿O qué? ¿Los chicos tenían derecho a disfrutar de unas y otras pero las chicas no? No es que me fuera a acostar con él, ¡ni muchísimo menos! Pero unos besos no le hacían mal a nadie.
-Uau…- Dijo Robbie cuando nos separamos- Besas muy bien.
-Gracias- Sonreí- Tú tampoco lo haces mal del todo.
Robbie se echó a reír y yo me reí con él.
El domingo lo pasé tirada en mi cuarto escuchando música hasta que llegaron Audrey y Alice. Ambas me preguntaron por la entrevista de trabajo, pero evité contarles lo ocurrido y directamente les dije que no me habían aceptado, total, ninguna sabía que era la casa de Thomas. Lo que sí les conté fue mi cita con Robbie y las dos dieron grititos de estos que dan las amigas cuando una le cuenta a las demás que está saliendo con un bombón.
Por otro lado, el lunes empezamos de nuevo las clases y sabía que en algún momento tendría que encontrarme con Thomas, sólo esperaba que ambos nos ignoráramos y que lo que había pasado en su casa se quedara allí, y efectivamente así sucedió. Nos vimos a primera hora en Filosofía, pero simplemente nos dedicamos una mirada fugaz y no volvimos a mirarnos en toda la hora, en clase de Historia más de lo mismo, y en Francés también. Luego llegó la hora de descanso y me fui con Alice y Audrey a la cafetería, dispuesta a olvidarme por completo de todo lo relacionado con Thomas Andrews.
THOMAS
-¡Hey, Tom!- Daniel llegó corriendo a mi lado mientras guardaba el libro de Francés en mi taquilla.
-¿Qué pasa? No he sabido nada de ti en todo el fin de semana- Cerré la taquilla- Bueno, ni de ti ni de Jer.
-Jeremy ha pasado el fin de semana con Mary.
-Pero ¿no habían roto hace ya tres meses?
Daniel se encogió de hombros.
-Con ellos dos nunca se sabe… Oh, por cierto- Dijo acordándose de algo de pronto.
-¿Qué?
Daniel sacó su cartera del bolsillo del pantalón y me dio unos billetes.
-¿Y esto por qué?- Pregunté atónito.
-Es que el viernes te estuve buscando antes de irme porque necesitaba pedirte dinero, pero como no te encontré te lo cogí prestado- Daniel se encogió de hombros- Pero ahí lo tienes.
Sentí un nudo en el estómago al oír eso, así que me puse a contar el dinero: cincuenta, cien, ciento cincuenta…Y doscientos dólares.