Capítulo 3: ¿Tenemos trato?
ANAHÍ
Me encerré en mi habitación y comencé a golpear uno de mis cojines imaginando que era la cara de Thomas. Cuando me cansé, me senté en la cama y me desaflojé la corbata. Me levanté de un bote cuando la puerta se abrió de golpe y Thomas entró en la habitación cerrando la puerta tras de sí.
-¿Qué haces aquí?- Pregunté intentando sonar firme.
-Me han expulsado de una clase por tu culpa…- Thomas me acusó con el dedo, tal y como había hecho el día anterior cuando chocaron los coches.
-Y yo he tenido que pagar una reparación de coche por tu culpa- Me crucé de brazos- Estamos en paz.
-¿En paz?- Thomas rió por lo bajó y comenzó a acercarse a mí, instintivamente comencé a retroceder hasta que mi espalda dio contra la pared, pero eso no evitó que Thomas se acercara hasta que nuestros rostros estuvieron cerca, tan cerca que pude sentir su aliento cuando habló:- Te dije que no te convenía meterte conmigo.
-Ni a ti conmigo- Intenté hacerme la valiente- No te tengo miedo, Thomas Andrews y no pienso pagarte una mierda.
Thomas se quedó mirándome durante un momento que me pareció demasiado largo y luego sonrió, pero no fue una sonrisa de autosuficiencia como las que había visto en las últimas veinticuatro horas, fue una sonrisa pícara, pillina.
-Sí vas a pagarme.
-¿Por qué no me olvidas? ¿Eh?- Acerqué mi cara más a la suya y Thomas se echó un poco hacia atrás- Déjame en paz.
-Lo haré encantado, Anahí- Era la primera vez que me llamaba por mi nombre, y no me gustó cómo lo dijo- Pero primero mi dinero.
-Que no te voy a pagar nada, ¡entiéndelo!- Coloqué ambas manos en su pecho y lo empujé con fuerza, luego me dirigí hacia el otro extremo de la habitación, lo más alejada de él posible- Como no te vayas comienzo a gritar, los chicos no pueden estar en las habitaciones de las chicas.
-Grita si quieres, todo el mundo está en clase ahora- Thomas sonrió- Mi dineeeero.
-Tú tienes un problema psicológico, te lo digo de verdad.
-Mira, ¿qué te parece si hacemos un trato?
-No hago tratos con lombrices- Contesté cruzándome de brazos.
-Tú me pagas la reparación y yo ni presento cargos contra ti, ni te molesto más, ¿qué te parece?
-¿Por qué narices ibas a presentar cargos contra mí?
-Por el accidente y daños de salud.
Estuve a punto de replicarle que nunca podría demostrar que fui yo la causante del accidente cuando recordé lo que me había dicho Alice: “Su padre es fiscal y su madre política”.
-De acuerdo- Convine al final.
-Pues ya sabes- Extendió la mano- Mi dinero.
Suspiré y saqué mi monedero en el cual apenas me quedaba ya dinero, conté los billetes y se los di.
-Toma tu estúpido dinero.
Thomas lo contó y sonrió con autosuficiencia.
-Buena chica- Me alborotó el pelo y tal y como había entrado en mi cuarto, se marchó.
Miré mi monedero… No podía ser verdad, no podían quedarme de verdad sólo veinte dólares. Quería echarme a llorar, gritar, patalear…Pero no le daría el gusto al malnacido ese. Me las iba a pagar, ya lo creo que me las iba a pagar, lo que no sabía aún era cómo.
Estaba sentada en una de las decenas de mesas que había en el patio exterior “haciendo los deberes de Literatura”, pero en realidad estaba pensando en qué podía hacer para joder a Thomas Andrews sin que él supiera que había sido yo, claro.
-¿Dónde estabas? Te hemos estado buscando- Me dijo Alice cuando ella y Audrey me encontraron.
-Vine aquí directamente después de clase- Contesté.
Audrey y Alice se sentaron ambas a mi lado y me observaron.
-Ya podéis soltarlo- Dije al cabo de un momento de tensión.
-¿Cómo se te ocurrió tirarte de esa manera encima de Thomas, Anahí?- Alice parecía al borde de un colapso.
-Da igual, ya es agua pasada- Quise quitarle importancia. Me había librado de las preguntas de las dos las tres primeras horas, pero sabía que este momento iba a llegar.
-¿Da igual? Este instituto es muy estricto, Any- Siguió hablando Alice- No puedes tener esa actitud.
-He dicho que ya está- Repetí- No se volverá a repetir, paso de él.
-¿Qué pasó para que te pusieras así?- Preguntó Audrey.
-No quiero hablar de eso- Fijé mi vista en el libro de Literatura.
-¿Queréis?- Audrey nos ofreció un poco de polvos pica pica con sabor a Coca Cola.
-Uh, sí, me encantan- Contestó Alice y entonces me vino la idea.
-Chicas, tengo que ir a hacer una cosa, vuelvo en seguida- Dije mientras recogía los libros y me marchaba sin darles tiempo a decir nada más.
La noche anterior tanto Audrey como Alice se habían dormido del tirón, no sé por qué esa noche ambas se habían empeñado en tardar tanto en quedarse dormidas y, mientras tanto, yo fingiendo que dormía como un lirón. Miré de refilón el reloj: Las doce y media, ¿es que no pensaban dormirse nunca? Estaba ya de conversaciones acerca de manicura y compras hasta la coronilla. Por fin, Audrey dijo que sería mejor que se acostaran y tuve que resistir el impulso de levantarme y plantarle un beso en la boca a modo de agradecimiento. Esperé hasta que oí los ronquidos de Alice y entonces me levanté procurando no hacer ruido. Era la una de la madrugada y todo el mundo estaba ya dormido, así que salí de la habitación de puntillas y, con una linterna, me puse a buscar la habitación de Thomas. Cuando la encontré, entré con mucho sigilo, su habitación era igual que la nuestra, solo que los armarios estaban colocados en el lugar que nosotros teníamos el sofá. Apunté con la linterna las tres camas, la de Thomas era la de la derecha. Me acerqué a la silla que tenía al lado de la cama, donde tenía preparados los calzoncillos y los pantalones para el día siguiente y vertí el contenido de mis dos sobrecitos sin poder aguantar la risa.
-¡Jeremy!
Apagué la linterna de golpe y me tiré al suelo con el corazón encogido. El que había hablado era Thomas.
-Jeremy… Dame el puto CD…- Y volvió a quedarse dormido.
Sentí cómo volvía a respirar, no me había dado cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Terminé mi trabajo y volví a salir de la habitación con tanto sigilo como había entrado.
-¡Arriba, chicas!- Me levanté antes de que sonara el despertador y tanto Alice como Audrey me miraron con los ojos entrecerrados.
-¿Qué hora es, Anahí?- Me preguntó Alice con la voz ronca.
-Seis y media.
-¿Qué? ¡Falta media hora para que suene el despertador!- Se quejó Audrey, tapándose la cabeza con la almohada.
-¿No os gustaría que nos pasáramos por la cafetería antes de clase?
Alice y Audrey se miraron entre sí y luego me miraron a mí como si yo no fuera yo, sino una impostora.
-¿Se puede saber por qué estás tan feliz hoy?- Me preguntó Alice cuando nos sentamos en una de las mesas del patio exterior con unos zumos de naranja.
-Porque me he levantado y he pensado: “Anahí, tienes que vivir la vida que son sólo dos días”- Encarné las cejas y bebí un poco de zumo.
-Vaya… Qué filosófica- Comentó Audrey sin poder evitar una sonrisa.
-De verdad, chicas, creo que hoy va a ser un gran día.
Los primeros alumnos más madrugadores comenzaron a salir al exterior y fueron ocupando más mesas y césped mientras charlaban amigablemente. Sabía de sobra que alguien no estaría de buen humor ese día… ¡Bingo! Ahí estaba, Thomas seguido de Daniel y de Jeremy. Parecía que todo iba bien, los mismos andares, las mismas risas, las mismas miradas de ligue a las chicas…
-¿Por qué estás mirando a Thomas?- Inquirió Alice alzando las cejas.
-No estoy mirando a Thomas- Mentí sin dejar de mirarlo- Estoy mirando al árbol que hay detrás de Thomas.
Alice siguió hablando pero no escuché lo que dijo, ya que estaba demasiado atenta a los movimientos del niño de papá. Thomas se sentó con sus amigos en una de las mesas y comenzaron a hablar animadamente.
-Anahí, ¿me estás escuchando?
-¿Qué?
Alice frunció el ceño y se terminó de beber el zumo de naranja que le quedaba en el vaso.
-No sé qué te pasa hoy, pero estás muy rara.
Entonces empezó, Thomas comenzó a removerse en la silla y a hacer muecas extrañas y yo no pude evitar la risa.
-¿Ahora qué?- Preguntó Alice.
Señalé con la cabeza a Thomas y tanto ella como Audrey lo miraron justo en el momento en el que se levantaba y comenzaba a tirarse de los pantalones.
-¿Qué le pasa?- Fue Audrey la que preguntó.
-Tío, ¿estás bien?- Oí hablar a Jeremy.
La gente comenzó a darse cuenta de que algo raro le pasaba a Thomas y comenzaron a mirarlo mientras éste seguía tirándose de la parte trasera de los pantalones y daba saltitos. No pude evitarlo y estallé en carcajadas. Alice me miró.
-Anahí Pierce- Empezó a hablar- No me digas que tú has tenido algo que ver con eso.
-¿Yo?- Me hice la inocente.
-¡Any!- Me regañó- Dijiste que pasarías.
-No seas aguafiestas- Me levanté de la mesa- Y vámonos si no queremos llegar tarde a Geografía.