Capítulo 2: Expulsados.
ANAHÍ
-¡Eso ha sido una agresión en toda regla!- Grité cuando entramos en nuestra habitación.
-¿Puedo preguntarte algo?
Me giré y me quedé mirándola a la espera de que siguiera hablando.
-¿De qué conoces tú a Thomas Andrews?
-¡Resulta que ese degenerado ha chocado su lujoso BMW con mi coche de alquiler porque se ha saltado un puñetero semáforo en rojo, y encima de que he tenido que pagar YO los daños ocasionados al coche de alquiler, el muy sinvergüenza quiere que pague también los suyos!- Había hablado tan rápido que tuve que respirar con fuerza para tranquilizarme.
-Vaya…-Dijo al cabo de unos segundos Alice- Te aconsejo que lo dejes pasar, Any, no te conviene meterte en problemas con Thomas.
-¡Me ha agredido! ¡Puedo denunciarlo!
-No te servirá de nada- Negó con la cabeza.
-¿Por qué no?
-Su padre es el fiscal más conocido de todo el Estado y su madre está metida en política- Se encogió de hombros.
Cogí el peluche con forma de unicornio de la cama de Alice y lo lancé contra la pared.
-¡Eh! ¡Él no tiene culpa de nada!- Se quejó Alice mientras corría a recoger su peluche.
Me senté en mi cama y enterré la cara entre las manos mientras contaba hasta diez interiormente para tranquilizarme. Esto no se podía quedar así…
-Oye, Any…- Empezó a decir Alice, pero yo no alcé la cabeza- Sé que tu entrada en Los Ángeles no ha sido de lo mejorcito…
-No, ¿en serio?- Alcé la cabeza y la miré irónica, pero la mueca de dolor que vi en el rostro de Alice me hizo sentirme fatal- Lo siento… Tú no tienes la culpa.
En ese momento, se abrió la puerta de la habitación y una cabeza castaña hizo su aparición seguida de dos maletas de color rojo chillón.
-Hola- Dijo al ver que ni Alice ni yo hablábamos- Me llamo Audrey, soy la compañera que falta.
Alice me miró, pero yo no moví ni un músculo, no por la chica, ella no tenía culpa, sino porque no estaba de humor.
-¡Hola!- Alice se acercó a Audrey y le estrechó la mano- Yo soy Alice y ella es Anahí- Luego señaló su cama- Esa es mi cama y en la que está sentada Anahí es la suya, queda libre aquella- Señaló la cama que estaba en el lado izquierdo de la puerta.
-Perfecto- Audrey dejó su bolso encima de la cama y observó el lugar- La habitación es muy bonita.
-Sí, ¿verdad, Any?
-Sí…- Murmuré sin muchas ganas.
-No se lo tengas en cuenta- Empezó a decir Alice- No está teniendo un buen día.
Audrey sonrió pero no dijo nada, sino que empezó a deshacer su maleta. Me fijé en ella, era del estilo del resto de chicas: vestido estampado con flores, tacones de infarto, pelo por debajo de las orejas con flequillo de lado, ojos pequeños y marrones… Yo no encajaba en ese lugar lo mirara por donde lo mirase.
Me despertó el irritante sonido del despertador, alargué la mano y lo apagué para seguir durmiendo, pero Alice se levantó de la cama y me quitó la manta.
-Hora de despertarse- Me dijo.
-Cinco minutos más- Busqué con las manos la manta pero no la encontré.
-No, arriba- Alice me cogió del brazo y tiró de mí para que me incorporara.
La luz de los primeros rayos de sol se colaba por el gran ventanal. Me estiré y miré a mi alrededor para comprobar que tanto Alice como Audrey ya estaban vistiéndose con el uniforme. Me dirigí a mi armario, saqué mi uniforme y me metí en el servicio para arreglarme. Lo primero que hice fue echarme agua en la cara para terminar de despertarme, luego me cepillé el pelo y di gracias a Dios porque la plancha que me hice el día anterior aún surtiera efecto, algunos mechones largos de mi antiguo flequillo me caían a ambos lados de la cara, pero no me molesté en recogerlos, total, no quedaban tan mal. La sorpresa vino cuando me puse el uniforme, miré la talla para comprobar que no se habían equivocado. ¿Cómo era posible que fuera tan tremendamente corto? El uniforme constaba de una blusa blanca, una corbata roja, una chaqueta negra con las solapas rojas y el escudo del internado bordado en rojo, una mini-mini-mini-mini falda negra y unas botas altas de tacón negras.
-¿Qué clase de uniforme es este?- Pregunté cuando salí del servicio.
-Te queda bien- Dijo Audrey.
Esta falda apenas tapa nada y he pagado un dineral por ella.
Alice se echó a reír y dejó el brillo de labios sobre la mesita de noche antes de acercarse a mí.
-No seas quejica, termina de arreglarte que aún me tengo que peinar- Dijo antes de encerrarse en el servicio.
Me dirigí a mi armario y saqué mi estuche de maquillaje, me hice la línea del ojo en color negro, un poco de rímel y gloss, ¡lista! Miré a Audrey que estaba sentada en su cama leyendo un libro.
-¿Qué lees?- No es que realmente me interesara lo que estaba leyendo, pero me sentía culpable por cómo la había tratado el día anterior.
Audrey alzó el libro para que leyera el título, “Stay Strong” de Demi Lovato.
-¿Te gusta Demi?
Audrey asintió.
-Es un ejemplo a seguir de superación y fortaleza.
Me encogí de hombros. Me gustaba la música de Demi Lovato, pero nunca me había parado a pensar en ella de esa manera.
-Entonces te gusta leer, ¿no?- Seguí hablando.
-Sí, bastante.
-Tengo muchos libros- Señalé mi estantería, que estaba compuesta por libros y CDs- Puedes leer alguno de los míos si quieres.
-Gracias, lo tendré en cuenta.
Me eché un poco de colonia y ahí terminó la conversación. Audrey parecía una buena chica, pero había algo en ella que no me encajaba, quizás era que era una chica tímida, ¿quién sabe?
Cuando entramos en el aula de Historia, comprobé que ya había varios alumnos sentados en sus asientos, todos vestidos exactamente igual que nosotras (con la única diferencia que los chicos llevaban pantalones en vez de faldas y zapatos en vez de botas).
-Podemos sentarnos por aquí- Nos dijo Alice a Audrey y a mí.
Nos sentamos en mitad del aula, ni muy delante ni muy atrás y justo en ese momento entró mi enemigo número uno acompañado de sus dos seguidores, con la mala suerte que se sentó delante de mí… Genial, ahora tendría que verle el cogote todos los días.
Resoplé y Alice se dio cuenta de por qué lo hacía.
-Tranquila- Me habló en voz baja- Vive tu vida.
No me dio tiempo a responderle porque en ese momento entró el que supuse que sería nuestro profesor de Historia. Llevaba una carpeta bajo el brazo y debería rondar los treinta y pocos años. Era muy alto, un metro noventa casi y llevaba unas gafas que le sentaban ridículamente mal. A pesar de que el profesor había entrado, los alumnos siguieron hablando.
-Bueno, venga, buenos días, chicos- Empezó a decir el profesor mientras daba palmadas para atraer la atención de los alumnos.
-¿Qué pasa, señor Holton?- Saludó uno de los amigos de Thomas.
-Yo también me alegro de verte, Daniel- El profesor esbozó una media sonrisa- ¡Bien! Sé que no estáis listos para empezar un nuevo curso, pero bueno- Se encogió de hombros- Pensad que este es el último antes de que ingreséis en la Universidad- Sonrió- Voy a pasar lista para quedarme con los rostros nuevos- Cogió un papel de su carpeta y comenzó a pasar lista- Thomas Andrews.
Thomas alzó la mano y el señor Holton sonrió.
-Me alegro de verlo otro año más.
-Lo mismo digo- Contestó el interpelado.
-Jeremy Anderson.
El otro amigo de Thomas alzó la mano, y así siguió el profesor pasando lista durante unos cinco minutos, ya que casi todos los alumnos tenían algo que comentarle al señor Holton. Parecía que todos le tenían cariño y se notaba el buen rollo entre todos.
-Bien, empezaremos por la Primera Guerra Mundial- Se giró y comenzó a escribir en la pizarra- ¿Quién sabría decirme qué países se vieron involucrados inicialmente?
Thomas se giró en su asiento y me pasó un papel doblado mientras sonreía con autosuficiencia. Quise ignorarlo y no leer lo que había escrito en ese papel, pero no pude evitarlo. Desdoblé la hoja y vi que se trataba de la factura de la que me había hablado el día anterior por los daños del coche, en la parte inferior de la hoja había rodeado con rojo el precio y había añadido un mensaje a lápiz: “Quiero el dinero en mano, loca”. No pude controlar el impulso que me llevó a subirme de rodillas encima de la mesa y agarrar a Thomas por el cuello de la camisa mientras gritaba:
-¡Te voy a matar!
Toda la clase de giró para mirarnos y el señor Holton no fue una excepción.
-¡Quitádmela de encima! ¡Está loca!- Gritaba Thomas mientras intentaba deshacerse de mi agarre, que ahora lo tenía también agarrado por el pelo.
-Eh, eh, eh, eh- El señor Holton me agarró por la cintura y me separó del idiota de Thomas- ¿Qué está pasando aquí, señores?
-¡No lo sé!- Contestó Thomas- Se me ha tirado encima sin yo haber hecho nada.
-¡Eres un mentiroso!
-Chicos- Intentó calmarnos el señor Holton- Me agrada ver que demostráis tanta pasión por la Historia que queréis rememorar la Primera Guerra Mundial, pero por favor, no en este instituto.
Estaba escuchando al profesor, pero mi mirada estaba fulminando al niño de papá.
-Thomas- El profesor me miró- Eh… ¿Marie?
-Anahí- Lo corregí.
-Anahí, lo siento- Se disculpó- ¿Por qué no salís los dos a calmaros un poco? Espero que mañana os encontréis de mejor humor.
-Yo estoy perfectamente, profesor- Se quejó Thomas.
-Thomas- El señor Holton juntó las manos en actitud orante- Por favor.
Thomas me miró durante un momento y luego cogió su chaqueta que estaba sobre la silla y salió del aula, a los pocos segundos yo lo seguí esperando que le hubiera dado tiempo suficiente a alejarse.