Capítulo 1: El mundo es un pañuelo.
ANAHÍ
Llegué a California Hills dos horas más tarde de lo esperado, ¿por qué? Porque tuve que llamar al dueño del coche y explicarle lo sucedido y, además, soltar la mitad del dinero que me habían dado mis padres para pasar el primer semestre para pagar los daños. Quería gritar, quería encontrarme con ese idiota niño de papá y partirle la cara, pero Los Ángeles era ciudad grande y con dificultad podría encontrarlo.
Cuando me bajé del coche no me sorprendió ver que se trataba de un edificio enorme, ya que había visto fotos en internet, lo que me sorprendió fue ver a decenas de jóvenes charlando animadamente en la entrada o despidiéndose de sus padres. Respiré hondo y entré arrastrando las dos maletas de Wallmart que me había comprado el mes anterior. Busqué a Alice con la mirada pero no la veía entre tanta gente, veía muchas rubias, pero ninguna era ella (además, todas eran rubias de bote). Saqué el móvil del bolsillo de mis vaqueros y marqué el número de Alice, la cual me contestó al tercer toque.
-¿Any?
-¿Dónde estás?- Mi voz sonó más cortante de lo que pretendí pero Alice pareció no notarlo.
-Estoy en el instituto, ¿dónde estás tú?
-En la entrada, hay decenas de personas y no te encuentro.
-¡La entrada es enorme!- Alice se echó a reír con esa risa cantarina suya- ¿Qué sitio exactamente?
-Pues no sé…- Miré a mi alrededor buscando alguna pista para darle- Hay unos setos que bordean la zona y justo detrás de mí hay una columna con varios anuncios.
-Vale, sé dónde estás, estoy llegando.
Y tras decir eso, colgué. Observé al resto de alumnos que había allí, todos tenían pinta de ser bastante pijos: chicas con vestidos cortos o mini faldas que habían conjuntado con tacones de quince centímetros, y chicos con camisas de marca y algunos con americanas a juego. Miré mi atuendo: vaqueros con un cinturón y unos botines negros y, una camiseta blanca con el símbolo de la paz… Sí, de lo más pijo. Pensé en lo que diría Alice cuando me viera.
-¡Anahí!- Reconocí la voz de Alice entre la multitud y, en cuestión de segundos vi su larga melena rubia abrirse paso entre los demás y acercarse corriendo. Traía una sonrisa de oreja a oreja pero cuando me vio se paró en seco con la mandíbula desencajada- ¡Santo cielo!- Exclamó.
No pude evitar sonreír, sabía que Alice tendría una reacción similar cuando me viera.
-¿Qué te has hecho en el pelo?- Alice cogió un mechón de mi pelo rojo rosado y lo observó durante unos segundos antes de alzar la vista y mirarme- Siempre habías dicho que te gustaba este color de pelo, pero nunca pensé que fueras capaz de teñirte…
-Pero me queda bien, ¿a que sí?
-Sí, si mola bastante- Alice se echó a reír- Es sólo que no me lo esperaba, acostumbrada a tu color castaño…Es un contraste importante.
Me eché a reír y la abracé.
-Te he echado de menos, ranita- Confesé.
-Y yo a ti, ardillita.
Lo de “ranita” y “ardillita” tiene historia, pero una historia un poco tonta. Todo viene porque de pequeñas, Alice tenía un peluche de una rana del que nunca se separaba porque se lo consiguió su padre en las máquinas de la bolera, y a mí me consiguió mi padre uno de una ardilla… Fin. Interesante, ¿eh?
-Vamos, te acompañaré a secretaría para que te den tu horario, tu uniforme y te digan cuál es tu habitación- Alice me cogió del brazo y puso rumbo al interior del edificio.
El interior del edificio parecía sacado de una película o una serie. En cuanto entrabas te encontrabas con un gran cartel en el centro de la pared donde se leía “California Hills, número uno en preparación y enseñanza”, varias columnas con una especie de bancos sin respaldo estaban repartidas por la estancia y pude observar varias ventanas con cristales totalmente impolutos, que supuse que serían aulas. Alcé la vista y me encontré con un largo pasillo con una barandilla por la que ya paseaban algunos alumnos. Alice giró a la derecha y pasamos por un pasillo donde había decenas de taquillas de color gris brillante en las cuales había placas con el nombre de los alumnos. Luego giramos a la izquierda y allí estaba, “Secretaría”. Una mujer de unos cuarenta años estaba sentada en la mesa pasando unos papeles y firmando otros.
-¡Hola, Tori!- Saludó Alice efusivamente.
La mujer, Tori, alzó la vista y al ver a Alice sonrió ampliamente.
-Buenos días, Alice.
-Me alegro de volver a verte.
-Lo mismo digo, cielo, ¿puedo ayudarte en algo? ¿Algún problema con tu habitación o con tus nuevas compañeras de cuarto?
-No, no, no- Alice negó con la cabeza y yo tuve que aguantar las ganas de reír, ¿cómo era posible pensar que Alice tendría problemas con alguien?- Todavía ni han llegado, de hecho- Sonrió- A la que sí puedes ayudar es a mi amiga.
Tori me miró y alzó las cejas a la espera de que hablara.
-Hola, soy Anahí Pierce, acabo de llegar al California Hills.
-Oh, una nueva- Tori sonrió y comenzó a pasar unos papeles hasta que encontró el que estaba buscando y me lo tendió- Toma- Me dio un boli- Firma aquí.
-¿Para qué es esto?- Pregunté.
-Para comprar los uniformes.
-Espera, ¿no lo pagaron mis padres?
-Tus padres pagaron la matriculación, cariño, los uniformes van aparte.
Sentí que me recorría un escalofrío y miré el precio.
-¡¿Tanto?!- Mi voz se elevó una octava.
-¿Hay algún problema, cielo?- Tori pasó su mirada de mí a Alice y luego de vuelta a mí.
-Si no tienes suficiente puedo pagar…
No dejé que Alice acabara la frase.
-Sí, sí que tengo, es sólo que… No esperaba que costara tanto- Saqué el monedero de mi bolso y me desprendí de cuatro billetes más.
Tori los cogió y sonrió antes de marcharse y volver al cabo de unos segundos con dos uniformes perfectamente planchados y colgados en perchas.
-Aquí tienes, espera un momento que te imprima tu horario- Tecleó algo en el ordenador y al momento la impresora comenzó a funcionar- Ten- Me tendió el horario- Y ahora…- Miró algo en la pantalla del ordenador- Tu habitación es la 50B.
-¡Venga ya!- Exclamó Alice- ¡Lo has hecho adrede, ¿verdad, Tori?!- Alice se echó a reír.
-¿El qué he hecho adrede?
-¡Es mi habitación!- Alice comenzó a dar saltitos de felicidad y luego se abrazó a mí.
-Bueno…-Empezó a decir Tori- No sabía que era tu habitación, supongo que la suerte está de vuestra parte- Sonrió- Id a instalaros, anda.
Alice cogió mis uniformes y yo cogí las maletas mientras poníamos rumbo a la habitación 50B. Resultó que estaba en el primer piso, así que sólo tuvimos que subir pocas escaleras. Las habitaciones estaban repartidas por rellanos, os explico: un largo pasillo lleno de cuadros con dedicatorias de antiguos alumnos que han acabado siendo celebridades o gente importante y luego un rellano en forma de cuadrado con tres habitaciones. 48B, 49B y 50B. Al lado de cada puerta había una gran placa con el nombre de los miembros de la habitación.
-Cuando yo llegué aún no la habían puesto- Comentó Alice mientras leíamos nuestros nombres allí inscritos: Alice Whitmore, Alexia Pierce y Audrey O’Donnell- Entremos.
Alice abrió la puerta y entramos en el interior de la habitación, la cual miré embobada. Esa habitación hacía por tres de la mía. A la derecha había tres armarios contiguos y, justo al lado, un gran ventanal de cristal cuyas vistas eran bastante buenas; enfrente de la puerta había una cama individual con una mesita de noche y una repisa encima vacía; a la derecha de la puerta había otra cama con otra mesita y otra repisa, y a la izquierda, exactamente lo mismo; en el centro de la habitación había una gran alfombra de color rojo oscuro; y en el extremo opuesto, justo enfrente de los armarios, estaba una gran mesa con cuatro sillas y una estantería llena de libros al lado de la cual, había un sofá.
-¿Dónde está el servicio?- Pregunté.
Alice dejó mis uniformes encima de una de las camas y se dirigió a una puerta que antes no había apreciado y que estaba al lado de la estantería con libros.
-Aquí- Dijo- Se está bastante bien en las habitaciones.
-Me estoy dando cuenta.
-Esta es mi cama- Dijo señalando la cama donde había puesto mis uniformes- Puedes coger la que quieras.
Seguí andando recto y dejé mis cosas encima de la cama que había enfrente de la puerta, lo único que quería era deshacer ya las maletas y dejar de cargar con ellas a todas partes.
-¿Quieres deshacer las maletas ahora o luego?
Abrí una de las maletas encima de la cama y miré a Alice sonriendo.
-De acuerdo- Dio una palmada- Te ayudaré para que acabes antes.
Entre las dos terminamos en menos de media hora. Alice se dedicó a colocar mi ropa en uno de los armarios y yo coloqué mis CDs y mis libros en la repisa que había sobre mi cabecero y, luego, me dediqué a guardar mis zapatos aunque sabía de sobra que sólo podría utilizar mi ropa los viernes por la tarde y los fines de semana.
-¡Listo!- Exclamó Alice dejándose caer en su cama.
Guardé mi bolso en el armario y no pude evitar echar una ojeada a mi monedero… ¿Cómo era posible que en menos de medio día ya me quedara tan poco dinero? No podía decírselo a mis padres…
-¿Vamos?- Alice ya estaba de pie y estaba alisándose la falda.
-¿Dónde?
-Pues a dar una vuelta, quiero ver qué chicos nuevos han entrado este año.
Me eché a reír y ambas salimos de la habitación. Oímos risas en la habitación de enfrente y miré los nombres: Shannon Stewart, Victoria McAdams y Sandra Martínez. ¿Serían simpáticas?
-¡Uau! Mira ese, Any- Alice señaló con la mirada a un chico que estaba de espaldas hablando con una chica. Era bastante alto y tenía el pelo castaño- ¡Qué culazo! ¿En qué curso estará?
Lo miré de arriba abajo y cuando el chico se giró seguí mirándolo, no era mi tipo.
-No es mi tipo- Concluí antes de seguir andando.
-¿Por qué no?
-No lo sé, Alice, porque no.
-¿Por qué estás de mal humor?
<<¡Porque se parece un montón al idiota que ha hecho que pierda la mitad de mi dinero!>>
-Porque estoy nerviosa…-Mentí.
Me giré de golpe y me choqué con alguien de golpe, haciendo que rebotara unos centímetros hacia atrás.
-Lo sien…- La frase se quedó en el aire en el momento que alcé la vista y vi quién era, sin duda no pensaba terminar lo que estaba a punto de decir- ¡¿Tú?! ¡¿Qué haces tú aquí?!
El chico del BMW me miró con sus ojos castaños muy abiertos.
-No, la pregunta es ¿qué haces tú aquí? ¿Ahora admiten locas en este instituto?
-Thomas, ¿quién es esa?- Hasta el momento no me había dado cuenta de que el chico, Thomas, iba acompañado de dos más.
-Tuve un accidente cuando venía hacia el instituto y la causante fue esta loca.
-¿Yo? ¡Yo no fui la que se saltó un semáforo en rojo!
-Tengo el recibo de los daños del coche y también el papel del médico donde afirman que tengo una pequeña contusión en el cuello, así que ya sabes, me gustaría que pagaras.
Me quedé mirándolo con la boca abierta.
-¿Tú eres gilipollas o te gusta practicar de vez en cuando?
Uno de los chicos que lo acompañaban soltó una risa por lo bajo que disimuló con una tos fingida.
-Anahí, ya vale- Alice me cogió del brazo y tiró de mí, pero yo me solté.
-No pienso pagarte ni un centavo, niño de papá.
Sin darme tiempo a reaccionar, Thomas alzó la mano y me agarró por el cuello presionando con demasiada fuerza. Me llevé las manos al cuello e intenté zafarme de su agarre sin éxito.
-No juegues conmigo, loquita- Siseó- O lo pasarás muy mal- Soltó el agarre y se marchó golpeándome con el hombro al pasar.