Capítulo
22
Sylvia POV
-Entonces, ¿ningún chico que te llame la atención en el instituto?- Preguntó mi madre por tercera vez.
-No, mamá…- Mentí.
Llevábamos unos veinte minutos de recorrido desde el centro y mis padres no habían cerrado la boca ni un segundo, todo eran constantes preguntas tontas: ¿Has hecho amigos? ¿Qué tal las clases? ¿Y los profesores? ¿Lo estás llevando bien? ¿Algún chico por el que muestres interés? Me acurruqué en el asiento trasero y apoyé la cabeza contra la ventanilla, que estaba empañada debido a la humedad. Nada más despertarme me habían avisado que mis padres ya estaban allí, así que no había visto a nadie salvo a Sarah, que me deseó que pasara una buena semana con una sonrisa de oreja a oreja.
-Sylvia, ¿sabes cuántos años tiene tu directora?- Inquirió mi madre.
-¿Sarah?
-¿La llamas por su nombre de pila?- Mi padre sonaba realmente extrañado y era normal, ¿qué clase de alumna llama a su director por su nombre de pila?
-Eh…Sí, es que no le gusta que le hablemos con formalismos- Me apresuré a contestar- ¿Por qué?
-No sé- Mi madre se miró en el espejo retrovisor- Parece que tiene mi edad pero sin embargo su piel es tan…
No sé qué fue lo que dijo después, porque cogí los cascos de música y me los puse a todo volumen mientras “Don’t deserve you” de Plumb comenzaba a sonar. Sin darme cuenta comencé a cantar en voz baja el estribillo:
I don’t deserve your love, but you give it to me anyway
Can’t get enough, you’re everything I need
And when I walk away, you take off running and come right after me
It’s what you do and I don’t deserve you…
-Esa canción es muy bonita, cielo- Comentó mi madre mientras la música se iba desvaneciendo.
-Ya- Sonreí y volví a mirar por la ventanilla a pesar de que apenas podía distinguir nada.
-¿Cómo está Peter?- La pregunta de mi padre me pilló por sorpresa.
-Bien- Dije sin más.
-¿Ya está?
-¿Qué más quieres que te diga?
-Nada- Vi cómo mi padre se encogía de hombros- Es sólo que antes no parabas de hablar de él, ya sabes, antes de…
-¡Dean!- Lo regañó mi madre.
Sabía lo que había querido decir: “Antes de que vierais morir a vuestros amigos y tuvierais que venir aquí”. Sentí un nudo en el estómago, después de todo lo que había pasado apenas había tenido tiempo de pensar en mis amigos…
-Ya estamos- Anunció mi padre deteniendo el coche.
-Oye, Sylvia- Mi madre se giró en el asiento para mirarme y sonrió- ¿Te apetece que vayamos de compras?
¿Compras? Nunca me había hecho especial ilusión ir de tienda en tienda mirando ropa sin parar, pero en ese momento necesitaba tanto despejarme y fingir que mi vida era como la de otra cualquier adolescente normal, que me pareció el plan perfecto.
*****************
Mi habitación seguía tal y como la recordaba y seguía igual como la dejé el último día. La cama de cuerpo y medio justo en frente de la puerta con un gran peluche de lobo en el centro, a la derecha estaba la mesita de noche con la lámpara y el libro que había estado leyendo antes de marcharme: “Notre Dame de París”, la verdad es que no recordaba por qué parte del libro me había quedado. A la derecha de la puerta estaba el escritorio con mi portátil encima, ¡cómo lo había echado de menos! Cerré la puerta de la habitación y dejé mi abrigo beige en el perchero antes de dirigirme a la cama y soltar todas las bolsas con ropa. Abrí el armario, que ahora estaba prácticamente vacío, y comencé a guardar algunas de las prendas nuevas, no podía llevármelo todo al centro o no cabría en mi propia habitación.
Cuando terminé de guardar las cosas, me di un baño y me puse el pijama y una bata. Me sentía bien al verme de vuelta en casa aunque sólo fuera por una semana, pero entonces pensé en Peter, ¿cómo estaría? ¿Por qué no me había hablado en todo el día? Supuse que quería darme espacio para mí y en parte se lo agradecía, pero quería hablar con él. Busqué en los bolsillos de mi abrigo mi móvil y cuando lo saqué vi que estaba sin batería.
-Mierda…- Maldije en voz baja mientras me tiraba encima de la cama y enchufaba el móvil al cargador que estaba en la mesita de noche.
En cuanto el móvil se encendió, aparecieron varias notificaciones: nueva aplicación disponible de Candy Crush, un comentario en Instagram y cinco What’s app de Peter. Me apresuré a abrir los mensajes:
-¿Qué tal está yendo el viaje? (Enviado a las 09.30)
-El día está siendo bastante tranquilo…Lo sé, es extraño. No he visto a mi padre en todo el día. (Enviado a las 13.27)
-¿Qué tal sienta volver a casa? ¡Por cierto! Ya ha pasado algo interesante, las clases vuelven a retomarse, parece que no nos vamos a librar, pero a ti te perdonan esta semana… (Enviado a las 16.00)
-Parece que no te llegan mis mensajes...Hmm… ¿Qué estarás haciendo, pillina? ¬¬ (Enviado a las 18.05)
-En fin, no quiero ser pesado pero me aburro bastante sin ti, es la última vez que te molesto hoy, ¡de verdad! Te quiero. (Enviado a las 20.45)
Miré el reloj de mi habitación: Las 21.15. Me sentía fatal, Peter había estado enviándome mensajes sin parar y yo con el móvil desconectado. Me apresuré a contestar:
-¡Hola, señorito inglés! Siento muchísimo no haber contestado antes, el móvil se quedó sin batería y no me di cuenta. Mi día ha sido bastante normal aunque suene raro decirlo, he estado de compras con mi madre. Pd: Aplícate en Filosofía esta semana, que nos conocemos ¬¬ Pdd: ¡Te quiero!
Esperé y esperé pero la última conexión de Peter había sido a las 20.00. Finalmente mi madre me llamó para que bajara a cenar y yo dejé el móvil en mi habitación para que terminara de cargar.
Cuando bajé vi que la mesa ya estaba puesta, cosa que me extrañó ya que yo siempre era la encargada de hacer esa tarea. Mi madre había preparado pollo al horno con patatas a lo pobre, sabía que me encantaba esa comida y no pude evitar sonreír.
-He hecho esta comida en tu honor, cielo- Dijo mi madre mientras me servía mi plato y los tres nos sentábamos en la mesa.
-No tenías por qué, mamá- Probé una patata y el estómago me rugió, no había notado que tenía tanta hambre hasta ese momento.
Empezamos a comer en silencio, pero no era un silencio incómodo, al menos eso me pareció a mí. Comí y repetí, el pollo estaba delicioso.
-Sylvia…- Dijo mi padre- Antes llamó la señorita Gómez.
¿Mi psicóloga? ¿Por qué había llamado la psicóloga que nos había tratado a Peter y a mí?
-¿Por qué?
-Bueno…-Fue mi madre la que habló- Hemos estado hablando con ella estas semanas y le dijimos que esta semana estarías aquí en casa.
-Y nos ha dicho que le gustaría verte- Terminó mi padre.
Los miré de hito en hito, sabía que esa frase lo que significaba en realidad era: “Quiere comprobar que estás bien”
-Estoy bien- Noté que mi voz se tensaba.
-Sylvia, no pienses lo que no es- Se apresuró a decir mi madre- La señorita Gómez os aprecia mucho a ti y a Peter y quiere verte.
-Seguro- Dije secamente antes de comerme el último trozo de patata.
-Cielo, quiere que te llevemos mañana a su consulta- Insistió mi padre- ¿Por qué no quieres verla? Creía que os llevabais bien.
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra, papá- Los miré- ¿Es que no entendéis que estoy bien? No necesito volver al psicólogo.
-No creemos que estés trastornada, hija- Mi madre parecía dolida- Es sólo que…Que…
-Que queréis comprobarlo- Terminé la frase por ella- De acuerdo, iré- Me levanté de la silla- Si os quedáis felices así, iré- Y me marché.
Cerré la puerta de mi habitación, me quité la bata y me metí en la cama dispuesta a leer un poco. Pero antes cogí el móvil y vi que Peter había contestado:
-¡Pero si a ti no te gusta ir de compras! Jajajajajaja Pd: Me estoy aplicando con Platón, eres mi eros :P Pdd: Buenas noches, sueña conmigo.
Sonreí ante la primera posdata y ante la segunda mientras contestaba:
-¡Qué va! Soñaré con Jensen Ackles que me mola más… ¡Bonne nuit!
Reí al imaginarme la cara de Peter cuando leyera el mensaje y dejé el móvil encima de la mesa. Sólo había pasado un día y ya lo echaba de menos…
*****************
El despacho de la señorita Gómez seguía igual que lo recordaba. La gran mesa de cristal en el centro con tres sillas, el sillón donde se tendían los pacientes, el gran ventanal que daba a la calle… Y allí estaba ella, detrás del despacho firmando unos papeles. Cuando alzó la cabeza y me vio por encima de sus gafas, sonrió de oreja a oreja.
-¡Sylvia! ¡Hola!- Se levantó y se acercó a mí para abrazarme.
La señorita Gómez era española, al igual que mi madre y yo, pero a diferencia de mi madre a ella le pasaba como a mí, apenas se le notaba el acento.
-Hola- Saludé.
Cuando nos separamos me fijé en que seguía igual que la última vez que la vi: El pelo negro como el ébano cortado en una media melena, los ojos oscuros y brillantes y los labios pintados de color rojo pasión.
-Ven, siéntate.
Nos dirigimos hacia la mesa de cristal y nos sentamos la una en frente de la otra.
-¿Qué tal has estado estas semanas allí?
-Bastante bien- Contesté intentando sonar lo más amable posible.
La señorita Gómez entrecerró los ojos y sonrió. ¿Qué pasaba? ¿Tenía algo en la cara?
-Algo en ti ha cambiado, Sylvia.
Me puse tensa al instante pero intenté calmarme, era imposible que ella supiera nada de lo que había pasado.
-Conozco esa mirada, es un chico ¿verdad?
Solté el aire que había estado conteniendo sin darme cuenta y sonreí aliviada.
-Sí…
-No me lo digas- Se apresuró a decir- Es Peter Keller, ¿a que sí?
-Eh…Sí… ¿Cómo lo sabes?
-Sólo había que miraros cuando estabais juntos, era cuestión de tiempo.
Puse los ojos en blanco, ¡cuántas veces había oído eso últimamente!
-Pero… ¿Es eso todo, Sylvia?
Algo en su voz me inquietó.
-¿No hay nada más que haya cambiado en ti?
No contesté. De pronto me sentía muy tensa.
-No tienes que ocultármelo, Sylvia- Sonrió- Yo sé todo lo que te está pasando, y a Peter también.
No podía ser cierto, ¿era posible que ella lo supiera? Quería levantarme y marcharme corriendo de allí, ¡¿cómo podía saberlo ella?!
-No estés tensa, Sylvia- La señorita Gómez rió- Tu secreto está a salvo conmigo.
Sentí una gran calor por dentro, pero no era porque estuviera enfadada, sino porque temía lo que la señorita Gómez pudiera saber. Sentía el corazón latirme a mil por hora.
-Estás sudando, Sylvia…- La señorita Gómez frunció el ceño, extrañada- No tienes que tener miedo, jamás revelaría vuestro secreto- Me miró y sonrió- ¿Sabes por qué?- Se inclinó sobre la mesa y bajó el tono de su voz- Porque también es mi secreto.
-¿Qué?- Mi voz sonó confusa y débil.
-¿Sabes mi nombre de pila, Sylvia?
No…No podía ser. Antes de que la psicóloga respondiera, mi mente ya estaba trabajando en la respuesta. El corazón me latía más rápido y sentía que la habitación se estaba estrechando. Pensé en la edad que podría tener la señorita Gómez, ¿38? ¿39? Y ¿cuántos años tenía el padre de Peter? Intenté recordarlo, ¡41! Entonces todo encajó en mi mente como un rompecabezas.
-Me llamo Victoria- Sonrió ampliamente- Victoria Gómez.
Sylvia POV
-Entonces, ¿ningún chico que te llame la atención en el instituto?- Preguntó mi madre por tercera vez.
-No, mamá…- Mentí.
Llevábamos unos veinte minutos de recorrido desde el centro y mis padres no habían cerrado la boca ni un segundo, todo eran constantes preguntas tontas: ¿Has hecho amigos? ¿Qué tal las clases? ¿Y los profesores? ¿Lo estás llevando bien? ¿Algún chico por el que muestres interés? Me acurruqué en el asiento trasero y apoyé la cabeza contra la ventanilla, que estaba empañada debido a la humedad. Nada más despertarme me habían avisado que mis padres ya estaban allí, así que no había visto a nadie salvo a Sarah, que me deseó que pasara una buena semana con una sonrisa de oreja a oreja.
-Sylvia, ¿sabes cuántos años tiene tu directora?- Inquirió mi madre.
-¿Sarah?
-¿La llamas por su nombre de pila?- Mi padre sonaba realmente extrañado y era normal, ¿qué clase de alumna llama a su director por su nombre de pila?
-Eh…Sí, es que no le gusta que le hablemos con formalismos- Me apresuré a contestar- ¿Por qué?
-No sé- Mi madre se miró en el espejo retrovisor- Parece que tiene mi edad pero sin embargo su piel es tan…
No sé qué fue lo que dijo después, porque cogí los cascos de música y me los puse a todo volumen mientras “Don’t deserve you” de Plumb comenzaba a sonar. Sin darme cuenta comencé a cantar en voz baja el estribillo:
I don’t deserve your love, but you give it to me anyway
Can’t get enough, you’re everything I need
And when I walk away, you take off running and come right after me
It’s what you do and I don’t deserve you…
-Esa canción es muy bonita, cielo- Comentó mi madre mientras la música se iba desvaneciendo.
-Ya- Sonreí y volví a mirar por la ventanilla a pesar de que apenas podía distinguir nada.
-¿Cómo está Peter?- La pregunta de mi padre me pilló por sorpresa.
-Bien- Dije sin más.
-¿Ya está?
-¿Qué más quieres que te diga?
-Nada- Vi cómo mi padre se encogía de hombros- Es sólo que antes no parabas de hablar de él, ya sabes, antes de…
-¡Dean!- Lo regañó mi madre.
Sabía lo que había querido decir: “Antes de que vierais morir a vuestros amigos y tuvierais que venir aquí”. Sentí un nudo en el estómago, después de todo lo que había pasado apenas había tenido tiempo de pensar en mis amigos…
-Ya estamos- Anunció mi padre deteniendo el coche.
-Oye, Sylvia- Mi madre se giró en el asiento para mirarme y sonrió- ¿Te apetece que vayamos de compras?
¿Compras? Nunca me había hecho especial ilusión ir de tienda en tienda mirando ropa sin parar, pero en ese momento necesitaba tanto despejarme y fingir que mi vida era como la de otra cualquier adolescente normal, que me pareció el plan perfecto.
*****************
Mi habitación seguía tal y como la recordaba y seguía igual como la dejé el último día. La cama de cuerpo y medio justo en frente de la puerta con un gran peluche de lobo en el centro, a la derecha estaba la mesita de noche con la lámpara y el libro que había estado leyendo antes de marcharme: “Notre Dame de París”, la verdad es que no recordaba por qué parte del libro me había quedado. A la derecha de la puerta estaba el escritorio con mi portátil encima, ¡cómo lo había echado de menos! Cerré la puerta de la habitación y dejé mi abrigo beige en el perchero antes de dirigirme a la cama y soltar todas las bolsas con ropa. Abrí el armario, que ahora estaba prácticamente vacío, y comencé a guardar algunas de las prendas nuevas, no podía llevármelo todo al centro o no cabría en mi propia habitación.
Cuando terminé de guardar las cosas, me di un baño y me puse el pijama y una bata. Me sentía bien al verme de vuelta en casa aunque sólo fuera por una semana, pero entonces pensé en Peter, ¿cómo estaría? ¿Por qué no me había hablado en todo el día? Supuse que quería darme espacio para mí y en parte se lo agradecía, pero quería hablar con él. Busqué en los bolsillos de mi abrigo mi móvil y cuando lo saqué vi que estaba sin batería.
-Mierda…- Maldije en voz baja mientras me tiraba encima de la cama y enchufaba el móvil al cargador que estaba en la mesita de noche.
En cuanto el móvil se encendió, aparecieron varias notificaciones: nueva aplicación disponible de Candy Crush, un comentario en Instagram y cinco What’s app de Peter. Me apresuré a abrir los mensajes:
-¿Qué tal está yendo el viaje? (Enviado a las 09.30)
-El día está siendo bastante tranquilo…Lo sé, es extraño. No he visto a mi padre en todo el día. (Enviado a las 13.27)
-¿Qué tal sienta volver a casa? ¡Por cierto! Ya ha pasado algo interesante, las clases vuelven a retomarse, parece que no nos vamos a librar, pero a ti te perdonan esta semana… (Enviado a las 16.00)
-Parece que no te llegan mis mensajes...Hmm… ¿Qué estarás haciendo, pillina? ¬¬ (Enviado a las 18.05)
-En fin, no quiero ser pesado pero me aburro bastante sin ti, es la última vez que te molesto hoy, ¡de verdad! Te quiero. (Enviado a las 20.45)
Miré el reloj de mi habitación: Las 21.15. Me sentía fatal, Peter había estado enviándome mensajes sin parar y yo con el móvil desconectado. Me apresuré a contestar:
-¡Hola, señorito inglés! Siento muchísimo no haber contestado antes, el móvil se quedó sin batería y no me di cuenta. Mi día ha sido bastante normal aunque suene raro decirlo, he estado de compras con mi madre. Pd: Aplícate en Filosofía esta semana, que nos conocemos ¬¬ Pdd: ¡Te quiero!
Esperé y esperé pero la última conexión de Peter había sido a las 20.00. Finalmente mi madre me llamó para que bajara a cenar y yo dejé el móvil en mi habitación para que terminara de cargar.
Cuando bajé vi que la mesa ya estaba puesta, cosa que me extrañó ya que yo siempre era la encargada de hacer esa tarea. Mi madre había preparado pollo al horno con patatas a lo pobre, sabía que me encantaba esa comida y no pude evitar sonreír.
-He hecho esta comida en tu honor, cielo- Dijo mi madre mientras me servía mi plato y los tres nos sentábamos en la mesa.
-No tenías por qué, mamá- Probé una patata y el estómago me rugió, no había notado que tenía tanta hambre hasta ese momento.
Empezamos a comer en silencio, pero no era un silencio incómodo, al menos eso me pareció a mí. Comí y repetí, el pollo estaba delicioso.
-Sylvia…- Dijo mi padre- Antes llamó la señorita Gómez.
¿Mi psicóloga? ¿Por qué había llamado la psicóloga que nos había tratado a Peter y a mí?
-¿Por qué?
-Bueno…-Fue mi madre la que habló- Hemos estado hablando con ella estas semanas y le dijimos que esta semana estarías aquí en casa.
-Y nos ha dicho que le gustaría verte- Terminó mi padre.
Los miré de hito en hito, sabía que esa frase lo que significaba en realidad era: “Quiere comprobar que estás bien”
-Estoy bien- Noté que mi voz se tensaba.
-Sylvia, no pienses lo que no es- Se apresuró a decir mi madre- La señorita Gómez os aprecia mucho a ti y a Peter y quiere verte.
-Seguro- Dije secamente antes de comerme el último trozo de patata.
-Cielo, quiere que te llevemos mañana a su consulta- Insistió mi padre- ¿Por qué no quieres verla? Creía que os llevabais bien.
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra, papá- Los miré- ¿Es que no entendéis que estoy bien? No necesito volver al psicólogo.
-No creemos que estés trastornada, hija- Mi madre parecía dolida- Es sólo que…Que…
-Que queréis comprobarlo- Terminé la frase por ella- De acuerdo, iré- Me levanté de la silla- Si os quedáis felices así, iré- Y me marché.
Cerré la puerta de mi habitación, me quité la bata y me metí en la cama dispuesta a leer un poco. Pero antes cogí el móvil y vi que Peter había contestado:
-¡Pero si a ti no te gusta ir de compras! Jajajajajaja Pd: Me estoy aplicando con Platón, eres mi eros :P Pdd: Buenas noches, sueña conmigo.
Sonreí ante la primera posdata y ante la segunda mientras contestaba:
-¡Qué va! Soñaré con Jensen Ackles que me mola más… ¡Bonne nuit!
Reí al imaginarme la cara de Peter cuando leyera el mensaje y dejé el móvil encima de la mesa. Sólo había pasado un día y ya lo echaba de menos…
*****************
El despacho de la señorita Gómez seguía igual que lo recordaba. La gran mesa de cristal en el centro con tres sillas, el sillón donde se tendían los pacientes, el gran ventanal que daba a la calle… Y allí estaba ella, detrás del despacho firmando unos papeles. Cuando alzó la cabeza y me vio por encima de sus gafas, sonrió de oreja a oreja.
-¡Sylvia! ¡Hola!- Se levantó y se acercó a mí para abrazarme.
La señorita Gómez era española, al igual que mi madre y yo, pero a diferencia de mi madre a ella le pasaba como a mí, apenas se le notaba el acento.
-Hola- Saludé.
Cuando nos separamos me fijé en que seguía igual que la última vez que la vi: El pelo negro como el ébano cortado en una media melena, los ojos oscuros y brillantes y los labios pintados de color rojo pasión.
-Ven, siéntate.
Nos dirigimos hacia la mesa de cristal y nos sentamos la una en frente de la otra.
-¿Qué tal has estado estas semanas allí?
-Bastante bien- Contesté intentando sonar lo más amable posible.
La señorita Gómez entrecerró los ojos y sonrió. ¿Qué pasaba? ¿Tenía algo en la cara?
-Algo en ti ha cambiado, Sylvia.
Me puse tensa al instante pero intenté calmarme, era imposible que ella supiera nada de lo que había pasado.
-Conozco esa mirada, es un chico ¿verdad?
Solté el aire que había estado conteniendo sin darme cuenta y sonreí aliviada.
-Sí…
-No me lo digas- Se apresuró a decir- Es Peter Keller, ¿a que sí?
-Eh…Sí… ¿Cómo lo sabes?
-Sólo había que miraros cuando estabais juntos, era cuestión de tiempo.
Puse los ojos en blanco, ¡cuántas veces había oído eso últimamente!
-Pero… ¿Es eso todo, Sylvia?
Algo en su voz me inquietó.
-¿No hay nada más que haya cambiado en ti?
No contesté. De pronto me sentía muy tensa.
-No tienes que ocultármelo, Sylvia- Sonrió- Yo sé todo lo que te está pasando, y a Peter también.
No podía ser cierto, ¿era posible que ella lo supiera? Quería levantarme y marcharme corriendo de allí, ¡¿cómo podía saberlo ella?!
-No estés tensa, Sylvia- La señorita Gómez rió- Tu secreto está a salvo conmigo.
Sentí una gran calor por dentro, pero no era porque estuviera enfadada, sino porque temía lo que la señorita Gómez pudiera saber. Sentía el corazón latirme a mil por hora.
-Estás sudando, Sylvia…- La señorita Gómez frunció el ceño, extrañada- No tienes que tener miedo, jamás revelaría vuestro secreto- Me miró y sonrió- ¿Sabes por qué?- Se inclinó sobre la mesa y bajó el tono de su voz- Porque también es mi secreto.
-¿Qué?- Mi voz sonó confusa y débil.
-¿Sabes mi nombre de pila, Sylvia?
No…No podía ser. Antes de que la psicóloga respondiera, mi mente ya estaba trabajando en la respuesta. El corazón me latía más rápido y sentía que la habitación se estaba estrechando. Pensé en la edad que podría tener la señorita Gómez, ¿38? ¿39? Y ¿cuántos años tenía el padre de Peter? Intenté recordarlo, ¡41! Entonces todo encajó en mi mente como un rompecabezas.
-Me llamo Victoria- Sonrió ampliamente- Victoria Gómez.