Capítulo
2
Sylvia POV
Me encontraba en la parte trasera del coche. Mi padre iba conduciendo y mi madre iba en el asiento del copiloto, todos íbamos en silencio. No había nada que decir.
Miré por la ventanilla mientras subía el volumen de mi MP5, en el que ahora mismo estaba sonando “Jar of hearts” de Christina Perri. Los edificios de Nueva York iban desapareciendo poco a poco hasta que finalmente no quedó ninguno y nos abrimos camino a través de una carretera rodeada de campo por todas partes.
Habían pasado tres semanas desde esa fatídica noche de Halloween, pero parecía que habían pasado años. Recordaba cómo habían sido las últimas semanas desde esa noche, habían sucedido muchas cosas pero todas tenían un sentimiento en común: dolor. Esa misma noche, cuando Peter y yo conseguimos calmarnos un poco, fuimos directos a la comisaría de policía y le contamos lo que había sucedido, pero cuando la policía fue hacia la casa a investigar y a buscar los cuerpos, no encontraron nada. Peter y yo no podíamos creérnoslo. Recuerdo que yo comencé a gritar como una loca que alguien debía haberse llevado sus cuerpos, y también recuerdo que tuvieron que encerrarnos en una celda a ambos por causar un gran revuelo en la comisaría. Seguidamente llamaron a nuestros padres y nos hicieron unas pruebas de alcoholemia, las cuales dieron positivo. Eso fue la gota que colmó el vaso. A partir de ese momento no recuerdo gran cosa, todo está borroso. Puedo recordar a mis padres entrando corriendo en la comisaría gritando y preguntando que qué estaba pasando allí, y también recuerdo que minutos más tarde llegó el padre de Peter. Pasamos en la comisaría toda la noche, respondiendo a preguntas sin sentido y que no ayudarían nada a encontrar los cuerpos de nuestros amigos. Podría contaros todo lo que sucedió después, como por ejemplo las veces que habían hecho que una psicóloga hablara con Peter y conmigo, o cómo nos habían acusado de haber perdido la memoria debido al alcohol y no recordar dónde estaban Jocelyn, Stefan y Alice, pero os ahorraré todo ese mal trago y os diré la conclusión a la que llegaron: Peter, Alice, Jocelyn, Stefan y yo habíamos ido a la fiesta, habíamos estado bebiendo y luego habíamos decidido ir a la casa abandonada, donde seguimos bebiendo y nos quedamos dormidos. Al despertarnos, nuestros amigos se habían ido y como Peter y yo estábamos “borrachos” nos montamos nuestra propia paranoia. Así, el caso de la desaparición de Jocelyn, Alice y Stefan fue nombrado en los periódicos de la siguiente manera: “Desaparición de tres adolescentes de dieciséis y diecisiete años en Nueva York”. ¿Qué pasó con Peter y conmigo? Ambos fuimos reinsertados en nuestro instituto, pero el director decidió que tener a dos adolescentes medio chiflados y que habían estado borrachos en una casa abandonada no era la imagen que quería dar del instituto. Fuimos enviados otra vez a la psicóloga, el cuál decidió que la mejor manera de que ambos siguiéramos con nuestras vidas y olvidáramos lo sucedido aquella noche era enviarnos a un nuevo instituto, uno diferente y especial. En otras palabras, nos enviaron a un centro interno donde estudiaban chicos que habían sufrido traumas a lo largo de su vida o que no estaban muy bien de la cabeza.
-Ya hemos llegado, Sylvia- Anunció mi padre deteniendo el coche.
Por si no lo sabéis (y seguramente así será, ya que no ha habido tiempo para las presentaciones y las explicaciones) mis padres no son mis padres biológicos. Me adoptaron cuando yo apenas era un bebé recién nacido. De mis padres biológicos no sé apenas nada, sólo que ella era muy joven cuando me trajo al mundo, aparte de eso no sé nada más.
Yo nací en Málaga (según me han contado mis padres) y como ellos no podían tener hijos, me adoptaron. Mi madre también es española, se llama Marina Escobar y aunque mi padre sí es estadounidense, ella no quiso cambiar su apellido de soltera cuando se casaron. El nombre de mi padre es Dean, Dean Swan, y aunque en algunos momentos pueda parecer un hombre frío, no es así en realidad.
-Parece mejor de lo que esperábamos- Comentó mi madre.
Miré por la ventanilla y vi lo mismo que estaba viendo ella. Un gran edificio de… ¿Cuántas? ¿Cuatro? ¿Cinco plantas? Se alzaba ante nosotros. La fachada estaba pintada de un color beige y el edificio parecía estar en perfecto estado. Estaba rodeado por un gran campo lleno de árboles que le daban un aspecto de película de hermandad del terror.
Mis padres se bajaron los primeros del coche y yo tuve que respirar hondo varias veces antes de poder salir. Cuando puse un pie fuera, me di cuenta de que mis padres ya habían sacado mi maleta del maletero. Miré a ambos lados buscando a algo, o más bien a alguien.
-Parece que Peter no ha llegado todavía- Dijo mi madre sabiendo perfectamente que era a él a quién estaba buscando.
-Cielo, sé que no quieres estar aquí, pero la psicóloga…-Empezó a decir mi padre.
-Tranquilo- Lo corté- Estaré bien- Mi voz sonó de lo más cortante y mis padres lo notaron.
-Sylvia, corazón- Mi madre se inclinó un poco para quedar a mi altura y me cogió por los hombros- ¿Qué quieres que hagamos? No podemos hacer nada.
-No he dicho que hagáis nada- Respondí. Pude ver el dolor reflejado en los ojos color miel de mi madre- No os preocupéis, de verdad- Intenté dulcificar un poco mi voz y parece que funcionó un poco, porque mi madre me abrazó con fuerza.
-Te llamaremos todos los días- Me dijo aún abrazándome.
-De acuerdo- Me separé y le dediqué una cálida sonrisa que no me salió muy bien.
-Mira, ¿no es ese el coche de los Keller?- Dijo mi padre de pronto.
Mi madre y yo nos giramos y nos encontramos con el coche del padre de Peter que estaba aparcando justo detrás del nuestro. Al igual que en mi caso, fue el señor Keller el primero que bajó. Llevaba el pelo más largo que la última vez que lo vi, ahora le llegaba por debajo de las orejas y llevaba un gorro de lana para protegerse del frío. Instintivamente toqué mi cabeza, ese día no me había puesto ningún gorro, aunque me encantaban los gorros y los sombreros y estaba segura de que en la maleta sí que había varios. Detrás del señor Keller, bajó Peter. Se había puesto unos vaqueros oscuros y una sudadera gris en la que se podía leer “You won’t defeat us” (No nos vencerás), sonreí sin darme cuenta.
-Buenos días, Edward- Lo saludó mi padre.
-Buenos días, Dean- Luego miró a mi madre- Marina.
-Buenos días- Respondió ésta.
-¿Debemos acompañaros?- Nos preguntó mi padre.
-No, estamos bien- Contesté.
-De acuerdo…-Mi padre me dio un beso en la frente y volvió a meterse en el coche.
-Cuídate, cielo- Mi madre me dio otro beso e hizo exactamente lo mismo que mi padre.
Cuando me giré vi al señor Keller dándole una palmadita en el hombro a Peter.
-Adiós, Sylvia- Se despidió de mí.
-Adiós, señor Keller.
-Bueno, ¿preparada?- Me preguntó Peter cuando ambos coches hubieron arrancado.
-No, ¿y tú?
-Tampoco- Contestó sinceramente.
Noté un nudo en el estómago y Peter pareció darse cuenta.
-Aunque tampoco puede ser para tanto, ¿no?- Intentó calmarme- Vamos.
Comenzamos a andar cargando nuestras maletas tras nosotros. Conforme nos íbamos acercando, el instituto adquiría una esencia distinta, ahora me provocaba un respeto y una seguridad que no había sentido antes al tenerlo a metros y metros de distancia. Cuando llegamos a la gran puerta principal nos detuvimos, estaba cerrada y no había ningún timbre al que llamar.
-Ustedes deben ser el señorito Keller y la señorita Swan, ¿me equivoco?
Ambos nos giramos hacia la voz que había hablado. Una mujer de más o menos un metro setenta se hallaba de pie a nuestro lado. Tenía la piel muy blanca y llevaba el pelo rubio recogido en una especie de moño improvisado que estaba sujeto con un lápiz. No podía tener más de treinta y seis años.
-Eso es- Contestó Peter.
-Mucho gusto- La mujer extendió la mano hacia Peter- Mi nombre es Sarah Blair, soy la directora de este instituto.
Peter estrechó la mano de Sarah y luego yo hice lo mismo.
-¿Sus padres se han marchado ya?
-Sí- Respondí.
-Una pena- Hizo un pequeño mohín- Me habría gustado conocerlos- Hizo una pausa- Pero bueno, no importa- Sacó del bolsillo de su chaqueta color rosa palo un juego de llaves y abrió la puerta- Pasad, por favor.
Entré en la estancia seguida de Peter y se Sarah. El instituto por dentro no era una gran cosa, la estancia en la que estábamos llevaba a dos pasillos muy largos tanto a la izquierda como a la derecha y justo enfrente nuestra había varios armarios con cristales en los que se podían ver varias fotos de los que supuse que eran antiguos alumnos. En el centro de uno de los armarios, en tamaño más grande que el resto, había una foto de dos jóvenes de no más de dieciocho años. Ambos sonreían abiertamente mientras se abrazaban, parecían felices. Ella llevaba el pelo moreno por debajo de los hombros, y él llevaba el pelo cortado casi al rape. Pero hubo algo en ellos que me resultó familiar aunque no sabía por qué.
-Muy bien- Comenzó a hablar Sarah, sacándome de mis pensamientos- Aquí tenéis las llaves de vuestras habitaciones- Le dio a Peter una llave de color azul y a mí una de color rojo- El centro es bastante grande, así que es normal que os perdáis los primeros días, pero no os preocupéis por eso- No sonrió y se le formaron unas adorables arruguitas bajo los ojos azules.
-¿No hay más personas aquí?- Preguntó Peter.
-Claro que sí- Contestó Sarah sin poder evitar una risita- Pero seguramente estén estudiando o haciendo deberes, las clases aquí son bastante duras, chicos- Lo último sonó más como una advertencia para que nos pusiéramos las pilas cuanto antes- A pesar de la imagen que podáis traer hecha sobre este lugar, he de deciros que los chicos que hay aquí no están locos para nada. Son simplemente adolescentes que han sufrido algún trauma a lo largo de su vida.
-¿Qué clase de trauma?- Agradecí que Peter estuviera formulando las preguntas que yo me veía incapaz de formular.
-De todo un poco, robos en sus casas cuando estaban solos, muerte de sus padres delante de sus ojos…-Se encogió de hombro. Lo había dicho como si fuera lo más normal del mundo- También debéis saber que los archivos de nuestros alumnos son totalmente confidenciales, así que no tenéis que preocuparos porque vuestro “trauma”- Hizo comillas con los dedos en “trauma”- Sea desvelado- Sacó un pequeño móvil de su bolsillo y comenzó a escribir- Estoy avisando a algún alumno de vuestra ala del instituto para que os acompañe hasta vuestras respectivas habitaciones, encontraréis vuestro horario y vuestros libros en las habitaciones cuando lleguéis.
Peter y yo asentimos.
-¡Oh! Y seré vuestra profesora de Inglés, para que lo sepáis- Sonrió.
-¿Podremos hacer uso de nuestros teléfonos móviles?- Pregunté.
-Por supuesto- Contestó- Siempre y cuando los uséis con responsabilidad.
En ese momento llegaron dos chicos por el pasillo de la derecha. Eran un chico y una chica y parecían un poco mayores que Peter y yo, ¿veinte años, quizás? ¿Veintiuno? Los chicos se detuvieron al llegar a nuestro lado. La chica llevaba unos pantalones de pana color turquesa y un jersey color blanco, sobre el que destacaba su largo pelo rizado color castaño que le caía a cascadas por los hombros. El chico, por el contrario, tenía el pelo corto y moreno y sus ojos eran de un extraño color verde lima. Llevaba unos vaqueros bombachos y una chaqueta roja abrochada hasta el cuello.
-Chicos, os presento a Vanessa Clark y a Vincent Hall, son los responsables de vuestras respectivas alas- Dijo Sarah- Vincent, Vanessa, ellos son los nuevos alumnos, Peter Keller y Sylvia Swan.
-Los acompañaremos a sus habitaciones, Sarah- Habló Vanessa.
-No esperaba menos de vosotros- Sarah sonrió- Entonces os dejo, tengo que arreglar algunos papeles- Comenzó a andar pero se giró para mirarnos a Peter y a mí- Si necesitáis algo, sólo tenéis que venir a buscarme- Y tras decir esto, se marchó.
Sylvia POV
Me encontraba en la parte trasera del coche. Mi padre iba conduciendo y mi madre iba en el asiento del copiloto, todos íbamos en silencio. No había nada que decir.
Miré por la ventanilla mientras subía el volumen de mi MP5, en el que ahora mismo estaba sonando “Jar of hearts” de Christina Perri. Los edificios de Nueva York iban desapareciendo poco a poco hasta que finalmente no quedó ninguno y nos abrimos camino a través de una carretera rodeada de campo por todas partes.
Habían pasado tres semanas desde esa fatídica noche de Halloween, pero parecía que habían pasado años. Recordaba cómo habían sido las últimas semanas desde esa noche, habían sucedido muchas cosas pero todas tenían un sentimiento en común: dolor. Esa misma noche, cuando Peter y yo conseguimos calmarnos un poco, fuimos directos a la comisaría de policía y le contamos lo que había sucedido, pero cuando la policía fue hacia la casa a investigar y a buscar los cuerpos, no encontraron nada. Peter y yo no podíamos creérnoslo. Recuerdo que yo comencé a gritar como una loca que alguien debía haberse llevado sus cuerpos, y también recuerdo que tuvieron que encerrarnos en una celda a ambos por causar un gran revuelo en la comisaría. Seguidamente llamaron a nuestros padres y nos hicieron unas pruebas de alcoholemia, las cuales dieron positivo. Eso fue la gota que colmó el vaso. A partir de ese momento no recuerdo gran cosa, todo está borroso. Puedo recordar a mis padres entrando corriendo en la comisaría gritando y preguntando que qué estaba pasando allí, y también recuerdo que minutos más tarde llegó el padre de Peter. Pasamos en la comisaría toda la noche, respondiendo a preguntas sin sentido y que no ayudarían nada a encontrar los cuerpos de nuestros amigos. Podría contaros todo lo que sucedió después, como por ejemplo las veces que habían hecho que una psicóloga hablara con Peter y conmigo, o cómo nos habían acusado de haber perdido la memoria debido al alcohol y no recordar dónde estaban Jocelyn, Stefan y Alice, pero os ahorraré todo ese mal trago y os diré la conclusión a la que llegaron: Peter, Alice, Jocelyn, Stefan y yo habíamos ido a la fiesta, habíamos estado bebiendo y luego habíamos decidido ir a la casa abandonada, donde seguimos bebiendo y nos quedamos dormidos. Al despertarnos, nuestros amigos se habían ido y como Peter y yo estábamos “borrachos” nos montamos nuestra propia paranoia. Así, el caso de la desaparición de Jocelyn, Alice y Stefan fue nombrado en los periódicos de la siguiente manera: “Desaparición de tres adolescentes de dieciséis y diecisiete años en Nueva York”. ¿Qué pasó con Peter y conmigo? Ambos fuimos reinsertados en nuestro instituto, pero el director decidió que tener a dos adolescentes medio chiflados y que habían estado borrachos en una casa abandonada no era la imagen que quería dar del instituto. Fuimos enviados otra vez a la psicóloga, el cuál decidió que la mejor manera de que ambos siguiéramos con nuestras vidas y olvidáramos lo sucedido aquella noche era enviarnos a un nuevo instituto, uno diferente y especial. En otras palabras, nos enviaron a un centro interno donde estudiaban chicos que habían sufrido traumas a lo largo de su vida o que no estaban muy bien de la cabeza.
-Ya hemos llegado, Sylvia- Anunció mi padre deteniendo el coche.
Por si no lo sabéis (y seguramente así será, ya que no ha habido tiempo para las presentaciones y las explicaciones) mis padres no son mis padres biológicos. Me adoptaron cuando yo apenas era un bebé recién nacido. De mis padres biológicos no sé apenas nada, sólo que ella era muy joven cuando me trajo al mundo, aparte de eso no sé nada más.
Yo nací en Málaga (según me han contado mis padres) y como ellos no podían tener hijos, me adoptaron. Mi madre también es española, se llama Marina Escobar y aunque mi padre sí es estadounidense, ella no quiso cambiar su apellido de soltera cuando se casaron. El nombre de mi padre es Dean, Dean Swan, y aunque en algunos momentos pueda parecer un hombre frío, no es así en realidad.
-Parece mejor de lo que esperábamos- Comentó mi madre.
Miré por la ventanilla y vi lo mismo que estaba viendo ella. Un gran edificio de… ¿Cuántas? ¿Cuatro? ¿Cinco plantas? Se alzaba ante nosotros. La fachada estaba pintada de un color beige y el edificio parecía estar en perfecto estado. Estaba rodeado por un gran campo lleno de árboles que le daban un aspecto de película de hermandad del terror.
Mis padres se bajaron los primeros del coche y yo tuve que respirar hondo varias veces antes de poder salir. Cuando puse un pie fuera, me di cuenta de que mis padres ya habían sacado mi maleta del maletero. Miré a ambos lados buscando a algo, o más bien a alguien.
-Parece que Peter no ha llegado todavía- Dijo mi madre sabiendo perfectamente que era a él a quién estaba buscando.
-Cielo, sé que no quieres estar aquí, pero la psicóloga…-Empezó a decir mi padre.
-Tranquilo- Lo corté- Estaré bien- Mi voz sonó de lo más cortante y mis padres lo notaron.
-Sylvia, corazón- Mi madre se inclinó un poco para quedar a mi altura y me cogió por los hombros- ¿Qué quieres que hagamos? No podemos hacer nada.
-No he dicho que hagáis nada- Respondí. Pude ver el dolor reflejado en los ojos color miel de mi madre- No os preocupéis, de verdad- Intenté dulcificar un poco mi voz y parece que funcionó un poco, porque mi madre me abrazó con fuerza.
-Te llamaremos todos los días- Me dijo aún abrazándome.
-De acuerdo- Me separé y le dediqué una cálida sonrisa que no me salió muy bien.
-Mira, ¿no es ese el coche de los Keller?- Dijo mi padre de pronto.
Mi madre y yo nos giramos y nos encontramos con el coche del padre de Peter que estaba aparcando justo detrás del nuestro. Al igual que en mi caso, fue el señor Keller el primero que bajó. Llevaba el pelo más largo que la última vez que lo vi, ahora le llegaba por debajo de las orejas y llevaba un gorro de lana para protegerse del frío. Instintivamente toqué mi cabeza, ese día no me había puesto ningún gorro, aunque me encantaban los gorros y los sombreros y estaba segura de que en la maleta sí que había varios. Detrás del señor Keller, bajó Peter. Se había puesto unos vaqueros oscuros y una sudadera gris en la que se podía leer “You won’t defeat us” (No nos vencerás), sonreí sin darme cuenta.
-Buenos días, Edward- Lo saludó mi padre.
-Buenos días, Dean- Luego miró a mi madre- Marina.
-Buenos días- Respondió ésta.
-¿Debemos acompañaros?- Nos preguntó mi padre.
-No, estamos bien- Contesté.
-De acuerdo…-Mi padre me dio un beso en la frente y volvió a meterse en el coche.
-Cuídate, cielo- Mi madre me dio otro beso e hizo exactamente lo mismo que mi padre.
Cuando me giré vi al señor Keller dándole una palmadita en el hombro a Peter.
-Adiós, Sylvia- Se despidió de mí.
-Adiós, señor Keller.
-Bueno, ¿preparada?- Me preguntó Peter cuando ambos coches hubieron arrancado.
-No, ¿y tú?
-Tampoco- Contestó sinceramente.
Noté un nudo en el estómago y Peter pareció darse cuenta.
-Aunque tampoco puede ser para tanto, ¿no?- Intentó calmarme- Vamos.
Comenzamos a andar cargando nuestras maletas tras nosotros. Conforme nos íbamos acercando, el instituto adquiría una esencia distinta, ahora me provocaba un respeto y una seguridad que no había sentido antes al tenerlo a metros y metros de distancia. Cuando llegamos a la gran puerta principal nos detuvimos, estaba cerrada y no había ningún timbre al que llamar.
-Ustedes deben ser el señorito Keller y la señorita Swan, ¿me equivoco?
Ambos nos giramos hacia la voz que había hablado. Una mujer de más o menos un metro setenta se hallaba de pie a nuestro lado. Tenía la piel muy blanca y llevaba el pelo rubio recogido en una especie de moño improvisado que estaba sujeto con un lápiz. No podía tener más de treinta y seis años.
-Eso es- Contestó Peter.
-Mucho gusto- La mujer extendió la mano hacia Peter- Mi nombre es Sarah Blair, soy la directora de este instituto.
Peter estrechó la mano de Sarah y luego yo hice lo mismo.
-¿Sus padres se han marchado ya?
-Sí- Respondí.
-Una pena- Hizo un pequeño mohín- Me habría gustado conocerlos- Hizo una pausa- Pero bueno, no importa- Sacó del bolsillo de su chaqueta color rosa palo un juego de llaves y abrió la puerta- Pasad, por favor.
Entré en la estancia seguida de Peter y se Sarah. El instituto por dentro no era una gran cosa, la estancia en la que estábamos llevaba a dos pasillos muy largos tanto a la izquierda como a la derecha y justo enfrente nuestra había varios armarios con cristales en los que se podían ver varias fotos de los que supuse que eran antiguos alumnos. En el centro de uno de los armarios, en tamaño más grande que el resto, había una foto de dos jóvenes de no más de dieciocho años. Ambos sonreían abiertamente mientras se abrazaban, parecían felices. Ella llevaba el pelo moreno por debajo de los hombros, y él llevaba el pelo cortado casi al rape. Pero hubo algo en ellos que me resultó familiar aunque no sabía por qué.
-Muy bien- Comenzó a hablar Sarah, sacándome de mis pensamientos- Aquí tenéis las llaves de vuestras habitaciones- Le dio a Peter una llave de color azul y a mí una de color rojo- El centro es bastante grande, así que es normal que os perdáis los primeros días, pero no os preocupéis por eso- No sonrió y se le formaron unas adorables arruguitas bajo los ojos azules.
-¿No hay más personas aquí?- Preguntó Peter.
-Claro que sí- Contestó Sarah sin poder evitar una risita- Pero seguramente estén estudiando o haciendo deberes, las clases aquí son bastante duras, chicos- Lo último sonó más como una advertencia para que nos pusiéramos las pilas cuanto antes- A pesar de la imagen que podáis traer hecha sobre este lugar, he de deciros que los chicos que hay aquí no están locos para nada. Son simplemente adolescentes que han sufrido algún trauma a lo largo de su vida.
-¿Qué clase de trauma?- Agradecí que Peter estuviera formulando las preguntas que yo me veía incapaz de formular.
-De todo un poco, robos en sus casas cuando estaban solos, muerte de sus padres delante de sus ojos…-Se encogió de hombro. Lo había dicho como si fuera lo más normal del mundo- También debéis saber que los archivos de nuestros alumnos son totalmente confidenciales, así que no tenéis que preocuparos porque vuestro “trauma”- Hizo comillas con los dedos en “trauma”- Sea desvelado- Sacó un pequeño móvil de su bolsillo y comenzó a escribir- Estoy avisando a algún alumno de vuestra ala del instituto para que os acompañe hasta vuestras respectivas habitaciones, encontraréis vuestro horario y vuestros libros en las habitaciones cuando lleguéis.
Peter y yo asentimos.
-¡Oh! Y seré vuestra profesora de Inglés, para que lo sepáis- Sonrió.
-¿Podremos hacer uso de nuestros teléfonos móviles?- Pregunté.
-Por supuesto- Contestó- Siempre y cuando los uséis con responsabilidad.
En ese momento llegaron dos chicos por el pasillo de la derecha. Eran un chico y una chica y parecían un poco mayores que Peter y yo, ¿veinte años, quizás? ¿Veintiuno? Los chicos se detuvieron al llegar a nuestro lado. La chica llevaba unos pantalones de pana color turquesa y un jersey color blanco, sobre el que destacaba su largo pelo rizado color castaño que le caía a cascadas por los hombros. El chico, por el contrario, tenía el pelo corto y moreno y sus ojos eran de un extraño color verde lima. Llevaba unos vaqueros bombachos y una chaqueta roja abrochada hasta el cuello.
-Chicos, os presento a Vanessa Clark y a Vincent Hall, son los responsables de vuestras respectivas alas- Dijo Sarah- Vincent, Vanessa, ellos son los nuevos alumnos, Peter Keller y Sylvia Swan.
-Los acompañaremos a sus habitaciones, Sarah- Habló Vanessa.
-No esperaba menos de vosotros- Sarah sonrió- Entonces os dejo, tengo que arreglar algunos papeles- Comenzó a andar pero se giró para mirarnos a Peter y a mí- Si necesitáis algo, sólo tenéis que venir a buscarme- Y tras decir esto, se marchó.