Capítulo 5.
Katherine POV
-En breve llegaremos a palacio, alteza- Me informó el general.
Yo no contesté. Llevábamos cosa de dos horas cabalgando sin parar y mi mente seguía en ese claro donde había dejado a Seung Young. Agradecía que no le hubieran hecho daño ni lo hubieran apresado, solamente cuando vi llegar a la guardia real me di cuenta de que temía que le hicieran daño, porque yo había accedido a ir con él, la responsabilidad no era exclusivamente suya. Pero me tranquilizó saber que mi padre había cumplido su parte del acuerdo: Yo regresaría sana y salva y a cambio se le perdonaría la vida a Seung Young. Recordaba la expresión que había en su cara cuando me monté en el caballo y comenzamos a alejarnos, era una expresión difícil de describir, cualquier rastro de la risa que había oído procedente de él minutos antes se había esfumado y en su lugar, había una expresión impasible y seria.
-¿Me permite hacerle una pregunta, alteza?- El general había ralentizado su paso y ahora su caballo y el mío se encontraban lado a lado.
-Dígame, general.
-Ese coreano… ¿La lastimó?
Lo miré como si acabara de abofetearme. ¿Lastimarme? Quise gritarle que me había salvado la vida, pero omití ese dato.
-No- Contesté secamente.
-Por suerte todo ha terminado- Siguió.
Lo miré de nuevo. El general debía de tener unos seis años más que yo, aunque la rudeza de su cara hacía que aparentara más, a diferencia de Seung Young que aparentaba menos de la edad que tenía sin lugar a dudas.
-Hemos llegado- Anunció de pronto el general apretando el paso de su caballo.
-No sabes la alegría que me da verte de vuelta, hija mía- Exclamó mi padre.
-¿Alegría porque su hija esté viva? ¿O porque ya no perderá la oportunidad de ampliar su reino?- Contesté sin poder evitarlo.
-¡Katherine!- Me regañó mi madre.
-Hija, he denegado todas las proposiciones de matrimonio que han llegado hasta ahora. He entendido que necesitas algo de tiempo para hacerte a la idea.
-Pero aún así sigue empeñado en su idea- Dije.
-Tu deber como princesa es servir a tu pueblo…
-¿Mi deber como princesa? Dígame dónde pone que tengo que casarme por conveniencia- Exigí. Sabía que estaba siendo maleducada y osada, pero me daba igual.
-¡Katherine! ¿Acaso los días que has pasado con ese malhechor te han hecho perder tus modales?- Fue mi madre la que habló.
-Los guardias me han confirmado que no estás lastimada y que ese individuo no intentó pelear ni tendernos una trampa.
-¿Por qué le dais tanta importancia?- Pregunté.
Mis padres me miraron como si estuviera loca, y en parte era natural que me miraran así, pero no quería seguir oyendo hablar de Kim Seung Young de esa manera, él no era un mal hombre.
-Katherine, has estado secuestrada durante días por ese hombre- Mi madre sonaba atónita.
-¡Es un milagro que ese hombre no te haya lastimado!- Exclamó mi padre.
-¡¿Por qué habría de lastimarme?!- Alcé la voz y mis padres me volvieron a mirar sorprendidos- ¡En ningún momento me ha tratado mal!
Era cierto que en algún momento había sido grosero o me había agarrado con demasiada fuerza del brazo, pero me salvó la vida y luego me curó la herida…Nunca me trató mal.
-Esto es increíble…-Mi madre se sentó en el trono mientras cerraba los ojos. Parecía que estaba a punto de desmayarse.
-Katherine, quiero pensar que esta actitud y contestaciones se deben a lo mal que lo has pasado los últimos días, así que no te lo tendré en cuenta- Mi padre estaba haciendo acopio de todo su control, era evidente por la vena que se le marcaba en la frente al hablar.
-Da igual por lo que sea, al fin y al cabo me utilizará como quiera como si simplemente fuera una muñeca- Comencé a marcharme.
-Katherine- Me llamó mi padre y yo me paré en seco, pero no me giré- Algún día tendrás que casarte quieras o no con quién más le convenga al reino, es tu deber como princesa.
Tras oír esas palabras me marché de la sala y me dirigí a mi habitación.
Seung Young POV
No sabía realmente dónde me encontraba, después de ver a la princesa marcharse con los guardias de palacio había seguido andando sin saber con certeza a dónde me dirigía. Había comido en una pequeña taberna y me había parado a descansar en el bosque hasta que finalmente llegué a un pequeño pueblo donde vi gente de mi misma tierra… ¿Sería ese el territorio del rey de Corea? Era consciente de que el rey estaba pasando un tiempo en estas tierras y que su intención era ampliar su reino. Pero, ¿en realidad había llegado allí?
Vi pasar un grupo de soldados de palacio por mi lado. Vi sus espadas y sus uniformes y no pude evitar acordarme de mi padre, en su día él trabajó para el rey también. Yo deseaba seguir su ejemplo y cuidar mi nación a toda costa pero tal y como le había dicho a la princesa, por distintos motivos no me había sido posible alistarme en el ejército real.
-¡Socorro! ¡Ayúdenme!
Me giré y vi a una mujer de unos treinta y cinco años siendo atracada por un grupo de ladrones. Éstos la tenían sujeta y la golpeaban mientras le quitaban el poco dinero que llevaba. Los conté: 1, 2, 3, 4…Eran 5 en total. Sin pensármelo dos veces me acerqué y, cogiendo un cuchillo que había en uno de los puestos de pescado, me abalancé sobre los ladrones. Éstos soltaron a la mujer y me atacaron sin éxito alguno. Se notaba que eran unos ladrones de pacotilla, sin experiencia alguna en usar armas. No los maté, simplemente los herí y los derrumbé en cuestión de segundos.
-¿Creen que está bien atacar a una mujer indefensa?- Les pregunté cuando los cinco estuvieron tumbados en el suelo.
-¿Quién eres tú?- Me preguntó uno de ellos.
-No soy nadie- Contesté sin más- Sólo una persona que ha evitado que matéis a esa mujer.
Miré a la mujer que observaba la escena temblando de miedo. Tenía marcas rojas en las muñecas y en el cuello, sin duda donde los ladrones habían ejercido presión para retenerla.
-Tenemos que ganarnos la vida- Me dijo uno de los ladrones.
Lo miré, yo sabía lo que significaban esas palabras. También robaba para sobrevivir, pero jamás a costa de hacer daño. Simplemente robaba en casas de gente adinerada y nunca había tenido que usar la violencia.
-Hay distintas maneras de ganarse la vida- Fue todo lo que dije.
-¡Tú!- Fue la voz de otra persona la que habló- ¿Quién eres?- Era un hombre el que había hablado y sonaba firme y seguro de sí mismo. Supe de qué clase de hombre se trataba incluso antes de girarme.
Me giré y me encontré cara a cara con tres soldados de palacio.
-¿Dónde has aprendido a pelear así?- Me preguntó otro soldado.
Sin duda sus voces sonaban igual que mi padre cuando era general del ejército.
-Mi padre me enseñó- Contesté sinceramente.
El soldado que estaba al frente (supuse que sería el general) me miró de arriba abajo y luego se quedó un momento en silencio.
-Acompáñanos- Fue todo lo que dijo antes de comenzar a andar.
Katherine POV
-En breve llegaremos a palacio, alteza- Me informó el general.
Yo no contesté. Llevábamos cosa de dos horas cabalgando sin parar y mi mente seguía en ese claro donde había dejado a Seung Young. Agradecía que no le hubieran hecho daño ni lo hubieran apresado, solamente cuando vi llegar a la guardia real me di cuenta de que temía que le hicieran daño, porque yo había accedido a ir con él, la responsabilidad no era exclusivamente suya. Pero me tranquilizó saber que mi padre había cumplido su parte del acuerdo: Yo regresaría sana y salva y a cambio se le perdonaría la vida a Seung Young. Recordaba la expresión que había en su cara cuando me monté en el caballo y comenzamos a alejarnos, era una expresión difícil de describir, cualquier rastro de la risa que había oído procedente de él minutos antes se había esfumado y en su lugar, había una expresión impasible y seria.
-¿Me permite hacerle una pregunta, alteza?- El general había ralentizado su paso y ahora su caballo y el mío se encontraban lado a lado.
-Dígame, general.
-Ese coreano… ¿La lastimó?
Lo miré como si acabara de abofetearme. ¿Lastimarme? Quise gritarle que me había salvado la vida, pero omití ese dato.
-No- Contesté secamente.
-Por suerte todo ha terminado- Siguió.
Lo miré de nuevo. El general debía de tener unos seis años más que yo, aunque la rudeza de su cara hacía que aparentara más, a diferencia de Seung Young que aparentaba menos de la edad que tenía sin lugar a dudas.
-Hemos llegado- Anunció de pronto el general apretando el paso de su caballo.
-No sabes la alegría que me da verte de vuelta, hija mía- Exclamó mi padre.
-¿Alegría porque su hija esté viva? ¿O porque ya no perderá la oportunidad de ampliar su reino?- Contesté sin poder evitarlo.
-¡Katherine!- Me regañó mi madre.
-Hija, he denegado todas las proposiciones de matrimonio que han llegado hasta ahora. He entendido que necesitas algo de tiempo para hacerte a la idea.
-Pero aún así sigue empeñado en su idea- Dije.
-Tu deber como princesa es servir a tu pueblo…
-¿Mi deber como princesa? Dígame dónde pone que tengo que casarme por conveniencia- Exigí. Sabía que estaba siendo maleducada y osada, pero me daba igual.
-¡Katherine! ¿Acaso los días que has pasado con ese malhechor te han hecho perder tus modales?- Fue mi madre la que habló.
-Los guardias me han confirmado que no estás lastimada y que ese individuo no intentó pelear ni tendernos una trampa.
-¿Por qué le dais tanta importancia?- Pregunté.
Mis padres me miraron como si estuviera loca, y en parte era natural que me miraran así, pero no quería seguir oyendo hablar de Kim Seung Young de esa manera, él no era un mal hombre.
-Katherine, has estado secuestrada durante días por ese hombre- Mi madre sonaba atónita.
-¡Es un milagro que ese hombre no te haya lastimado!- Exclamó mi padre.
-¡¿Por qué habría de lastimarme?!- Alcé la voz y mis padres me volvieron a mirar sorprendidos- ¡En ningún momento me ha tratado mal!
Era cierto que en algún momento había sido grosero o me había agarrado con demasiada fuerza del brazo, pero me salvó la vida y luego me curó la herida…Nunca me trató mal.
-Esto es increíble…-Mi madre se sentó en el trono mientras cerraba los ojos. Parecía que estaba a punto de desmayarse.
-Katherine, quiero pensar que esta actitud y contestaciones se deben a lo mal que lo has pasado los últimos días, así que no te lo tendré en cuenta- Mi padre estaba haciendo acopio de todo su control, era evidente por la vena que se le marcaba en la frente al hablar.
-Da igual por lo que sea, al fin y al cabo me utilizará como quiera como si simplemente fuera una muñeca- Comencé a marcharme.
-Katherine- Me llamó mi padre y yo me paré en seco, pero no me giré- Algún día tendrás que casarte quieras o no con quién más le convenga al reino, es tu deber como princesa.
Tras oír esas palabras me marché de la sala y me dirigí a mi habitación.
Seung Young POV
No sabía realmente dónde me encontraba, después de ver a la princesa marcharse con los guardias de palacio había seguido andando sin saber con certeza a dónde me dirigía. Había comido en una pequeña taberna y me había parado a descansar en el bosque hasta que finalmente llegué a un pequeño pueblo donde vi gente de mi misma tierra… ¿Sería ese el territorio del rey de Corea? Era consciente de que el rey estaba pasando un tiempo en estas tierras y que su intención era ampliar su reino. Pero, ¿en realidad había llegado allí?
Vi pasar un grupo de soldados de palacio por mi lado. Vi sus espadas y sus uniformes y no pude evitar acordarme de mi padre, en su día él trabajó para el rey también. Yo deseaba seguir su ejemplo y cuidar mi nación a toda costa pero tal y como le había dicho a la princesa, por distintos motivos no me había sido posible alistarme en el ejército real.
-¡Socorro! ¡Ayúdenme!
Me giré y vi a una mujer de unos treinta y cinco años siendo atracada por un grupo de ladrones. Éstos la tenían sujeta y la golpeaban mientras le quitaban el poco dinero que llevaba. Los conté: 1, 2, 3, 4…Eran 5 en total. Sin pensármelo dos veces me acerqué y, cogiendo un cuchillo que había en uno de los puestos de pescado, me abalancé sobre los ladrones. Éstos soltaron a la mujer y me atacaron sin éxito alguno. Se notaba que eran unos ladrones de pacotilla, sin experiencia alguna en usar armas. No los maté, simplemente los herí y los derrumbé en cuestión de segundos.
-¿Creen que está bien atacar a una mujer indefensa?- Les pregunté cuando los cinco estuvieron tumbados en el suelo.
-¿Quién eres tú?- Me preguntó uno de ellos.
-No soy nadie- Contesté sin más- Sólo una persona que ha evitado que matéis a esa mujer.
Miré a la mujer que observaba la escena temblando de miedo. Tenía marcas rojas en las muñecas y en el cuello, sin duda donde los ladrones habían ejercido presión para retenerla.
-Tenemos que ganarnos la vida- Me dijo uno de los ladrones.
Lo miré, yo sabía lo que significaban esas palabras. También robaba para sobrevivir, pero jamás a costa de hacer daño. Simplemente robaba en casas de gente adinerada y nunca había tenido que usar la violencia.
-Hay distintas maneras de ganarse la vida- Fue todo lo que dije.
-¡Tú!- Fue la voz de otra persona la que habló- ¿Quién eres?- Era un hombre el que había hablado y sonaba firme y seguro de sí mismo. Supe de qué clase de hombre se trataba incluso antes de girarme.
Me giré y me encontré cara a cara con tres soldados de palacio.
-¿Dónde has aprendido a pelear así?- Me preguntó otro soldado.
Sin duda sus voces sonaban igual que mi padre cuando era general del ejército.
-Mi padre me enseñó- Contesté sinceramente.
El soldado que estaba al frente (supuse que sería el general) me miró de arriba abajo y luego se quedó un momento en silencio.
-Acompáñanos- Fue todo lo que dijo antes de comenzar a andar.